Otra vez

462 82 1
                                    

Give me a shot to remember
And you can take all the pain away from me
A kiss and I will surrender
The sharpest lives are the deadliest to lead

The Sharpest Lives, My Chemical Romance

—Otra vez —pide Eijiro.

—No creo que...

—Otra vez —insiste.

—De verdad...

—Otra vez. —Es como si no conociera otra palabra.

—Está bien.

Han pasado casi dos meses, quizá un poco más. El doctor dejó que Eijiro volviera a entrenar, aunque todavía no está dado de alta y hasta que no pruebe que es capaz de entrar en combate sin ser un peligro (más para él mismo que para los demás). No oye nada del lado izquierdo y eso le afecta a los reflejos. Katsuki suele entrenar con él y aplastarlo. Una y otra vez. Y otra vez. Y otra vez.

Ve la frustración en los ojos de Eijiro cada vez, pero se calla.

Intenta darle consejos, pero usualmente no sabe qué decir. Él tiene sus problemas y sus obsesiones y siente que apenas si hablan.

Se preguntan «¿cómo estás?» el uno al otro durante la cena, pero la respuesta suele ser «bien» y nada más. Las mentiras escondidas detrás de esos «bien» son obvias.

Vuelve a ganarle.

Queda encima de él y oye su respiración entrecortada. Está cansado, apenas si puede más, nota Katsuki. Y sin embargo.

—Otra vez —pide Eijiro.

—No sé si...

—Otra vez.

—Eijiro...

—Otra vez.

—No —dice, finalmente, le sale fuerte, más brusco de lo que esperaba—. Sólo volverás a perder.

—¿Eso piensas? —La voz le sale helada, fría—. ¿Qué no soy lo suficientemente bueno como para...?

—¡No es eso! —Katsuki intenta corregir sus palabras, pero es demasiado tarde. Ya las soltó sin contexto, sin aclaración, sin nada—. ¡Sólo mírate! ¡Necesitas descansar!

Eijiro lo empuja para levantarse y Katsuki casi tropieza por el empujón. Intenta atacarlo de nuevo, pero no lo toma por sorpresa. Ya está demasiado cansado y Katsuki se niega a seguir arrastrando su dignidad por los suelos.

—¡Carajo! ¡Soy lo suficientemente bueno como para...! —No termina. Intenta darle un golpe que Katsuki frena sin ningún esfuerzo. No quiere atacarlo, no otra vez. Ya fue suficiente derrota por un día.

Ya no es como cuando empezaron, después de que el doctor le dijo a Eijiro que podía entrenar. Empezaron optimistas, pero eso ya se esfumó. Katsuki recuerda a Eijiro decir que no quedaba demasiado para que volviera a trabajar. Pero ahora, muchas sesiones después, es obvio que las cosas no son tan rápidas como creen.

Y es obvio que Eijiro se siente estancado, inútil, que lo único que puede hacer es sentarse detrás de un escritorio, llenar informes y ver como los demás se llevan toda la gloria.

—¡Necesitas descansar! ¡De nada sirve que te siga pateando el trasero una y otra vez! —espeta Katsuki. Eijiro se detiene, sólo un momento—. ¡¿Crees que no estoy frustrado?!

—¡No eres tú el que está en mi situación!

Golpe bajo.

(Pero no importa, Katsuki siempre sabe cómo arrastrarse más abajo el solo).

—¡SOY YO EL QUE TE PUSO EN ESTA SITUACIÓN!

Entonces, silencio. Al menos de sus voces. Los dos pueden oír su inhalar y exhalar, sus respiraciones agitadas. Están apenas a unos pasos. Katsuki aún está alerta, por si tiene que rechazar otro ataque.

Pero Eijiro se relaja, poco a poco. Se queda con una expresión extraña, con la boca medio abierta, viéndolo como si no lo viera. Sin mirar, realmente.

—Yo te dije que lo hicieras. —Está imprimiendo una calma que no siente en su voz—. Creí que podría soportarlo porque no había otra opción, pero...

Pero.

Sí. Pero.

Katsuki ve todas las fuerzas de Eijiro derrumbarse poco a poco y lo ve bajar la mirada. Apenas alcanza a verle los ojos cuando ve su pecho temblar. Cruza la distancia entre los dos en un momento y lo abraza.

—L-lo siento, creí que podría soportarlo, que... —Entierra la cabeza en el pecho de Katsuki y Katsuki siente como las lágrimas mojan la playera negra que trae puesta—. Debería vivir con las consecuencias, pero... no dejo de pensar... todo el día, a toda hora... qué pasará si nunca vuelvo a ser el de antes... Si nunca puedo... si...

—Volverás, sólo, carajo, ¡tienes que descansar! ¡O algo! ¡No tiene caso agotarte así!

—Sirve para no pensar tanto —confiesa Eijiro—. Tú nunca estás de todas maneras.

—Hay demasiado trabajo.

—Lo estás buscando, ¿no? —pregunta, alzando la cabeza, buscando su mirada—. Lo vi en tu escritorio. Estás agotándote también a ti mismo. —Su abrazo se hace más fuerte—. Sé que estás buscando cualquier indicio de una helada anti natural por todo Japón. Por eso sales tarde, ¿no?

—Eijiro...

—¡Nunca estás, carajo! ¡¿Cuántas noches has vuelto cuando ya estoy dormido?! —Lo suelta y da un par de pasos para atrás—. ¡¿Cuántas mañanas te has largado antes de que tenga tiempo de despertar después de dejarme hecho el desayuno... y la cena, por si acaso?! Y aquí... sólo estoy detrás de un escritorio y veo ir y venir a todos y...

—¡QUIERO HACER ALGO! —grita Katsuki—. ¡Necesito encontrarlo!

—Nunca estás —repite Eijiro. Le sale la voz débil—. Excepto unas cuantas noches, cuando Uraraka te corre; excepto cuando entrenamos.

Esas palabras le pesan demasiado.

—¿Por eso...?

—No es sólo por eso que me agoto. También estoy desesperado. —Katsuki puede ver sus manos, que tiemblan—. Es desgastante pensar que quizá nunca pueda volver a ser un héroe, ¿sabes?

—¡No digas eso! —Y esta vez, de verdad suena furioso. Vuelve a acortar la distancia entre ambos—. ¡No te atrevas a decir algo! —Lo agarra por el cuello de la playera—. ¡Nunca has sido un idiota que se da por vencido! ¡¿Y qué si no oyes del oído izquierdo por mi culpa...?!

—No es tu culpa.

—¡Por culpa de quien sea! —se corrige Katsuki—. ¡¿Y qué?! ¡Todavía puedes pelear, ¿no?!

Eijiro traga saliva. No está intentando animarlo, no, está furioso. No puede creer que lo tenga a unos pasos de darse por vencido frente a él. Ve las lágrimas que le corren.

—Katsuki... —empieza Eijiro—, ¿estamos perdidos, no? Completamente perdidos.

Katsuki lo abraza.

No se le baja la rabia, pero se le atenúa. De repente, sus obsesiones están muy presentes. Todas las horas extra que trabaja Katsuki para encontrar al villano que los dejó así. Toda la desesperación de Eijiro por entrenar, por arrancarle cualquier momento que pueda pasar con él.

—No sé qué hacer —admite Katsuki.

Todavía piensa que es su culpa.

Vida de Héroe [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora