Entre el polvo

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Rebirthing now
I wanna live my life
Wanna give you everything
(Breathe for the first time now
I came alive somehow)

Rebirithing, Skillet

Los abrazos de Katsuki son extraños. Casi cualquier tipo de contacto que involucre a sus manos, en realidad.

A pesar de que sabe que tiene control sobre su singularidad, siempre piensa que puede existir un momento en el que las cosas se salgan de control. Un segundo. No, menos. Lo que le toma a la nitroglicerina de sus manos en convertirse en un explosivo potente.

Así que no es la clase de novio que toma de la mano. Tampoco es la clase de persona que abraza.

Sus abrazos son raros.

Eijiro nunca se los pide.

—¡Ey, necesito ayuda de este lado! ¡Hay alguien más aquí! —Está respirando polvo y le arden los ojos. La voz que se oye es la de Ashido, que después tose y se talla los ojos—. ¡Uravity!

Una bomba. Carajo. Una bomba.

Todo un edificio derrumbado y ellos no llegaron a tiempo. Katsuki lleva todo el rato de un lado para otro, siempre yendo hasta donde necesitan una explosión para mover escombros. Pero hay un montón de gente entre los escombros, así que tienen que tener demasiado cuidado. Y Eijiro está abajo. Entre los escombros, quien sabe dónde.

Katsuki se mueve por pura inercia.

Se convence de que Eijiro está bien, porque de otros modos no podría moverse, ni podría hacer nada.

Tose porque le entra el polvo a la nariz, a los ojos, le raspa en la garganta.

—¡Creati, ven y ayúdame! —Todoroki.

Siguió caminando entre las piedras. Mientras no lo necesitaran, estaba ayudando a sacar a todos los civiles que habían quedado atrapados en la explosión. Intenta contener los gritos para no asustar a la gente.

(Ya hay muchos gritando, ya hay lloridos que le destrozan el tímpano, ¿para que agregar más?)

No hay villanos a los que perseguir. Katsuki desearía que hubiera. Al menos podría concentrar su enojo en alguien. Los villanos ya se habían ido cuando los héroes llegaron a la escena y la bomba desató el caos. Los tomaron desprevenidos.

—¡Hay alguien aquí! —grita alguien más. Va corriendo hasta el lugar, entre el polvo y la mugre—. Todavía hay gente...

Alcanza a ver las siluetas, entre los escombros, pero hay un pedazo bastante grande que obstruye la entrada. Ya han despejado casi todo, así que parece que pueden moverlo si tienen cuidado. Voltea buscando a alguien en especial, hasta que la encuentra.

—¡URAVITY! —le grita.

Sólo se molesta usar su nombre de heroína en aquellos momentos. El resto del tiempo sigue siendo «mejillas» o algo parecido. (En serio, es más mejillas que persona).

—¡¿Qué?!

—¡Ayuda aquí! ¡Tu singularidad nos vendría bien!

—¡Voy!

Al final mueven el pedazo que impide que puedan hacer labores de rescate. Y, cuando por fin puede asomarse al espacio entre los escombros, casi se le va la respiración.

Eijiro está bien.

Está evitando que los escombros se vengan abajo y al lado de él está una joven que abraza a un bebé.

—Estaba empezando a creer que no iban a encontrarme. —Sonríe, enseñando todos los dientes. La sonrisa no le llega a los ojos, pero al menos parece tranquilo—. Esto se vendrá abajo en cualquier momento.

Uraraka es la que ayuda a salir a la joven con el bebé y le dice a donde dirigirse para conseguir atención médica. Katsuki evalúa la situación de Eijiro.

—¿Puedes salir sin que todo te colapse encima?

—No sé...

—No, espera, de hecho... —entorna los ojos—, puedo evitar que todo te colapse encima. Con una explosión. Sólo necesitar ser rápido.

Lo hacen. Eijiro sale tosiendo todo el polvo y la mugre. Respira hondo y se queda sentado en el suelo un momento. Por la mente de Katsuki pasan demasiadas cosas demasiado rápido. Lo que permanece es la sensación de haberse estado moviendo por inercia, asumiendo que Eijiro estaba bien porque si no, no podría seguir caminando entre los escombros.

Cae de rodillas a su lado.

Toda la desesperación que estaba intentando no sentir lo golpea de frente y abraza a Eijiro. Demasiado fuerte. Demasiado abruptamente. Entierra la cabeza en su pecho.

Sus abrazos son raros. Muy raros.

Pero de repente todo le explota encima, así es su vida y no sabe qué hacer ni cómo reaccionar. La mayoría de las cosas que siente le dan ganas de golpear algo o a alguien. Pero a veces, en algunos momentos, lo que siente son ganas de abrazar a Eijiro hasta romperle las costillas y convencerse de que sigue allí, a su lado, de que no se ha ido, de que no le ha pasado nada.

—Estoy bien, Katsuki, estoy bien. —Intenta tranquilizarlo.

Él se aparta. Se pasa una mano por la nariz.

En ese abrazo iban metidos un montón de «tuve miedo» y «me alegro que estés bien» que no dice, pero que Eijiro adivina.

La mano de su novio se acerca a su mejilla.

—Deberíamos seguir, ¿no? —le dice Eijiro.

—¡Tú deberías ir a que te revise un médico! —espeta. Parece volver a su actitud normal, mucho menos desesperada y mucho menos desamparada—. ¡Para asegurarte de...!

Eijiro lo interrumpe.

—Estoy bien. Vamos. —Se pone en pie y le ofrece una mano a Katsuki para que haga lo mismo. Él la toma. (Como siempre que Eijiro se la ha ofrecido).

—¡Estabas bajo los escombros!

—Pero estoy bien. Hay todavía más gente allá abajo. Podía oírlos. —Se mueve cansado y tose. El polvo los rodea. Hay gritos. La gente pide ayuda, los héroes se llaman unos a los otros en medio de las labores de rescate.

Katsuki alza la vista al cielo y suspira.

Se da un solo momento de tranquilidad antes de volver a concentrarse en su trabajo. No se dice «Eijiro está bien» intentando tranquilizarse, porque decirlo, aunque sea en su mente, significa aceptar que podría no haberlo estado.

—¡Ey! —escuchan una voz. Katsuki no identifica de quien es—. ¡Aquí hay alguien más, puedo oírlo!

Vida de Héroe [Kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora