Capítulo 40

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Ellos llegan a Japón cerca de las 3:00 de la tarde. En el aeropuerto hay demasiada congestión de personas, así que Jin se esfuerza por ocultar su rostro lo mejor que puede entre la gorra rosa y el cubrebocas negro que lleva puesto.

Luce cansado. Puede asegurar que la mayoría de ellos lucen de ese modo, pero el mayor sabe que a él se suma otro hecho: el de su lamentable estado emocional que ha repercutido en su apariencia física. Así que se aferra como puede a su abrigo, a contemplar el suelo un buen rato y dejarse guiar por el guardaespaldas.

Ellos van a tener algunos días largos en el país nipón y es una suerte que el primero de ellos sea de descanso. Se imagina durmiendo hasta tarde, pidiendo servicios a la habitación y vistiendo ropa holgada para quedarse todo el día encerrado en el hotel. Anhela eso.

Una vez en su habitación, Jin se dedica a organizar un poco su ropa y a sacar una pequeña cosmetiquera que contiene varios productos para el cuidado de su piel. Luego de ello, decide tomar una ducha corta para descansar de modo apropiado. Los golpes en la puerta lo obligan a apagar el secador de cabello y preguntarse momentáneamente quien es la persona del otro lado.

No le toma demasiado tiempo adivinarlo en el camino a la puerta. Incluso cuando revisa a través del ojo de esta y el cabello rosado de Jimin aparece en su panorama, no se asombra. Jin simplemente la abre para dejar pasar al chico, que entra con pasos de familiaridad.

—Me estaba secando el cabello. —Le dice, para tomar el secador del baño y seguir en su labor. 

No oye nada de lo que el chico está diciendo, pero puede verlo tumbarse en la cama a través del espejo. Jimin luce pequeño en medio de un suéter holgado de color blanco y amplios pantalones de algodón negros. Una vez termina de hacerlo, Jin se dirige hasta donde está el otro para tomar la cosmetiquera y comenzar a aplicar sérum en su cara.

—¿Comemos aquí? —pregunta Jimin, quien está revisando su celular.

—Podemos pedir servicio, sí —responde, dando golpecitos sobre la piel firme con suma delicadeza—. No tengo muchas ganas de salir al restaurante.

—Yo tampoco —murmura con una sonrisa, que es correspondida de inmediato.

El peligris se pone un suéter azul antes de acomodarse en el lado de la cama que está desocupado y mover el pie de Jimin para más espacio. El chico solo emite un quejido tonto, que es poco serio, y ellos se ríen débilmente por algunos segundos. 

—Supongo que los demás saldrán a comer —menciona Jimin luego de un rato. Sus ojos ya no están fijos en el celular, ahora contemplan las uñas de su mano derecha con detenimiento.

—Es probable.

Jin toma su celular de la mesa de noche para contestar algunos mensajes de sus padres y hermano. No tiene muchas ganas de navegar a través de las redes, porque sabe que es probable que la gente ya se haya dado cuenta de su estado en los conciertos. Puede imaginar los preocupados mensajes circulando por internet frente a su estado de ánimo. Los vio hace algunos días y sinceramente no quiere saber nada de eso.

—Tú... —comienza a decir el menor con timidez. Jin sabe qué viene, lo sabe— ¿Estás bien?

—Supongo —responde encogiéndose de hombros, no queriendo lucir demasiado afectado—Me gustaría estar mejor, pero es lo que es.

—Sé que no hemos hablado de esto, pero me gustaría saber si se lo dijiste.

Entonces Jin se da cuenta de que no puede ocultarse tras la pantalla de su celular toda la vida, así que lo deja a un lado para observar la cara tímida de Jimin y sus mejillas ligeramente sonrojadas.

¿Sabes cómo te digo que te quiero? - NamjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora