𝐌 𝐈

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Sé lo que están pensando, después de ese mensaje debí haber respondido algo. Pero no lo hice.

En comparación entre en una retrospectiva de análisis bastante profunda, donde, en efecto, leí mil y un veces los dichosos mensajes, hasta inclusive charle con mi mejor amigo por horas. Porque cuando no tengo que me sostenga a la tierra, él lo hace.

Para cualquier chico de mi edad, o menor también, el mayor problema de esto sería enfrentarse al choque de emociones que podría traer gustarle a tu profesor. Simplemente eso.

No para mí.

En mi caso era una oleada de emociones y sentires por gustarle al profesor del cual yo gustaba, que encima me llevará un par de años y sobre todas las cosas, sea hombre. 

Había pasado dos años de mi vida —Los peores dos— encerrado en un lugar donde me forzaba a creer que esto estaba mal, y aunque yo intentaba convencerme de que era mero gusto mental, ahora sabía que no era de esa manera.

Porque saber que mi profesor me había visto masturbarme me había excitado.

Y a pesar de que Taehyung insistiera y una parte de mi cerebro con él, en decir que no estaba mal. Yo solo podía volver atrás y pensar en mi trágica historia con Wang. De quien, por cierto, no sabia nada de un tiempo para acá.

No es que enfrasque y generalice, pero... ¿Y si el profesor Min resulta igual? Yo solo quiero un par de acostones y que me azote, no una familia e hijos.

No homo, Jesus Cristo, no homo.

— Jimin, ¿Vendrás a casa de EunHa? Vamos a pasar la tarde jugando billar.

Seok-Jin preguntaba aquello en un susurró a mi costado y yo solo mantenía mi vista en el cuaderno pautado de mi escritorio. Sería un grave error cruzar miradas con mi profesor después de aquel incidente indecente.

— Uhmn. —Hice un ruido sin mover los labios y asentí con la cabeza. Después de todo mis padres aún no están en casa.

No voy a negar que me he vuelto realmente bueno en las clases. Cuando dije que música era mi pasión y a lo que quería dedicarme, lo dije con toda la seriedad posible y ahora lo reafirmó. Quién diría que un reclusorio me dejaría está pasión por dentro.

En cuanto sonó la alarma tan bonita en piano "Fur Elise" de Beethoven, sabía que debía salir de ahí de prisa antes de que mi profesor se acercara a hablarme.

Tomé con rapidez a mi libreta, el libro y las plumas de gel sepia en conjunto con los lapiceros que utilizaba en clase, todos dentro de la mochila que llevaba sin demorar.

— Park.

¡Joder!

— ¿Quieres que te espere en la salida?

Seok-Jin se ofreció de manera agradable a esperar por mi persona, pero si el pobre supiera que en realidad no iban a ser unos solos minutos. Aunque rogaba también porque solo lo fueran.

— No, descuida, adelántense y les alcanzó en casa de EunHa.

Una parte de mi en realidad estaba deseando no ir, pero la parte cuerda de mi decía que solo tenía que preguntar que necesitaba y salir de ahí.

Ambos esperamos pacientes hasta que el último de mis compañeros dejara el aula, y entonces mi estómago comenzó a cosquillear y no sabía exactamente que hacer, menos con el silencio que se había formado en el salón, mientras mi profesor terminaba de borrar las anotaciones en la pizzarra.

— Sobre lo del otro día... —No sabía si debía o no tocar ese tema pero me estaba comiendo por dentro la duda.

Escuché una tenue risa por parte de él. Y entonces no supe cómo reaccionar.

— ¿Ahora sí quieres hablar, dulzura?

Me sorprendí por el término, sin embargo, me sorprendió más que mencionara aquello de hablar. ¿El también había estado releyendo sus mensajes?

— Usted fue el que me ha pedido que...

Sin esperarlo, aquel tono ligeramente fastidioso en mi voz se vio interrumpido por la respiración tan cercana de mi profesor favorito. Su rostro tan cerca del mío, que incluso sentía que al parpadear nuestras pieles rozarían. Tan tentador como peligroso.

— Lo sé, pequeño chico travieso.

¡Joder, que no me llame así de nuevo!

Si había sido un placer leerlo, escucharlo era toda una delicia.

Por inercia mordí mi labio inferior e incluso creo que solté un ligero suspiro porque casi de inmediato, aquella sonrisa altanera y preciosa por parte de mi profesor apareció en sus labios.

¿Se burla porque sabe que me tiene a sus pies?

— Pequeño chico travieso... —Volvió a repetir con esa sonrisa y mi cuerpo tembló de inmediato. Aún atrapaba mi labio inferior entre mis dientes y mi estómago... ¿Acababa de cosquillear un poco?— No tendremos más asesorías, haz alcanzado a tus compañeros.

— ¿Qué?

— Escuchaste bien, dulzura. Además, las aulas estarán ocupadas las horas restantes por alumnos de nuevo ingreso, a los que también daré clases.

Mientras me hablaba, tomaba las carpetas, papeles y documentos del escritorio para acomodarlos dentro de su portafolios.

Y mientras más lo veía, más mal me sentía por no tener un tiempo a solas con él. Era mi momento a solas con mi profesor que tanto disfrutaba, no únicamente por el aprendizaje musical, siendo realistas.

— En su casa.

Ni siquiera supe con exactitud en qué pensaba cuando dije aquello con fuerza. Aferrándome a la única opción que me quedaba para estar a solas con él.

— ¿Qué haz dicho?

— Q-que podemos vernos en su casa, cuando terminen las clases. Yo aún no me siento listo, ellos siguen leyendo mucho más rápido las partituras y...

Al hablar miraba el escritorio y mis dedos juguetones descansando sobre mis muslos, completamente nervioso por lo que decía, pero no había más, era mi única opción.

— Y... Ahí podría darme asesorías.

Y ¿por qué no, algo más?

Mi profesor soltó una risa gruesa de nuevo mientras escuchaba los papeles caer dentro de su portafolio, y entonces me tomo del mentón para que levantará la vista y lograra verle.

— He entendido tu punto. Acepto.

Mi cuerpo y mente dieron un suspiro largo, como de descanso. Lo había logrado, aún tendría ese momento a solas con él y podríamos, no se, incluso si solo leíamos partituras y yo podía mirarlo me bastaba. Además, sabría como demonios es su casa, porque él ya sabía cómo era hasta mi habitación, y esto era injusto.

— Es todo Park, pasado mañana te veré después de clases.

Camine a un costado del escritorio solo para que me acompañará hasta la puerta, que no era nada malo si lo ven en tercera persona, porque eso hace con todos sus alumnos.

— Y no te olvides de dejar las ventanas abiertas para mí la próxima vez que te toques, pequeño travieso.

El susurro en mi oído y la manera en que su brazo rodeaba perfectamente mi cintura para mantener nuestros cuerpos, en conjunto hicieron mis mejillas sonrojarse.

No pude decir nada. Esto era un claro coqueteo, ¿No? ¿No?

Y como si fuera poco, recibí una linda, deliciosa, y placentera palmada en mis glúteos antes de salir del aula.

Esto si tenía mucho de malo, porque él no hacía eso con todos sus alumnos.

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