No me gusta encontrarme con ella. Me recuerda a Álvaro, a Sara y a la noche del sábado: tres cosas de las que me intento olvidar. Por tanto, también prefiero cortar nuestra relación.

Cuando volví a casa ya Ana no estaba. Mis padres tampoco habían vuelto. Me encontré a Jesús saliendo de la cocina con un vaso de agua y los ojos hinchados. "Lo hemos dejado, te lo digo para que lo sepas" soltó antes de yo articular palabra. Intenté que me explicara qué había pasado y convencerlo de que seguro que tenía solución. Juro que lo intenté, pero no conseguí nada. En ser cabezota mi hermano me gana por goleada, eso siempre ha sido así. Desde entonces cada vez que tengo oportunidad le saco el tema, pero se cierra por completo a hablar de ello.

En realidad cada día que pasa hablamos menos y he de admitir que eso lo complica todo. Él se pasa el día en su habitación y yo me paso el día fuera de casa. He empezado a ir a la biblioteca para estudiar, porque las cuatro paredes de mi habitación parece que se me caen encima cuando paso demasiado tiempo entre ellas. Mi colchón guarda demasiadas noches, demasiados recuerdos que me terminan ahogando.

Lo único que me alivia, tanto a mí como a mis padres, es que Jesús sigue igual de centrado en segundo de bachillerato y le sigue flipando comer patatas con huevo. Imagino que nuestros padres tienen mala experiencia en cuanto a la relación ámbito alimentario-rupturas-hijos, ya que mi apetito se va a algún universo paralelo cuando estoy realmente mal; hecho que a cualquier padre le preocuparía. Por suerte para ellos estoy luchando por no saltarme ninguna comida.

El tema del tabaco no lo llevo tan bien, pero tampoco me esfuerzo por ello. Me sigue liberando de la presión y la ansiedad y me ayuda a desconectar. Por lo que, sí: sigo fumando, pero mucho menos.

En conclusión, la situación en casa es una mierda, y fuera de ella también.

-Jesús: Sara acaba de subir al autobús -me saca de mis pensamientos

-Dani: ¿qué? -pregunto distraído viendo que ya hemos llegado y, sorprendentemente, a tiempo

-Jesús: que Sara acaba de subirse en el autobús -repite

Suspiro profundamente rodando los ojos.

-Dani: ¿y por qué me lo dices? -me molesto

-Jesús: para que no se te corte la respiración cuando la veas -vacila

-Dani: eres gilipollas -mascullo- seguro que Ana va con ella -contraataco haciéndolo callar

Me saca de quicio cuando se pone borde. El borde siempre he sido yo, no él. ¿Qué le han hecho para que esté así? ¿A qué viene que me diga que Sara está en el autobús? Joder, debería saber que me duele hasta oír su nombre.

Subimos al bus, mi hermano delante de mí, y andamos por el pasillo en busca de dos asientos libres. Mi mente insiste en mirar al frente para no verla y mi corazón me grita que la busque con la mirada. Es el último quien gana, y en cuanto agacho la vista me encuentro con sus ojos, como si fuera la única persona que hay en el maldito autobús.

Ana está a su lado y se remueve nerviosa en el asiento al vernos. Sara aparta la mirada rápidamente, pero no tarda en volver a clavar sus ojos en los míos. Mantenemos el contacto visual apenas unos segundos, los cuales se me hacen eternos. No tiene mejor cara que el martes, pero supongo que yo tampoco.

Llegaste tú 2 || GemeliersWhere stories live. Discover now