11 | Los archivos del despacho de dirección

Start from the beginning
                                    

Esta mañana he tenido que llamarle para avisarle de que iba a saltarme las clases. Ahora me pasa lo mismo que entonces: aunque abro la boca para intentar explicarme, es inútil, porque no sé por dónde empezar.

Así que Blake decide hacerlo en mi lugar.

—Se ha peleado. Por una chica.

Me vuelvo rápidamente hacia ella con los ojos entrecerrados. Bueno, con un ojo entrecerrado. El otro está hinchado y negruzco.

Papá silba, divertido.

—¿Nombre? —pregunta. Mi hermana sonríe.

—Holland.

—Es bonito. Me gusta.

—Es una compañera de clase —me apresuro a aclarar.

—Que te gusta —añade Blake.

—No es verdad. De todas formas, todo esto ha sido culpa tuya.

Siento la mirada de mi padre taladrándome la nuca. Cuando me giro, descubro que está sonriendo. Tiene un rostro amable, cercano, aunque lleve una de esas camisetas tan feas que siempre utiliza para ir al taller. Blake y yo hemos heredado sus ojos oscuros y el pelo castaño que —hasta hace poco— crecía sobre su cabeza. Siempre me he preguntado de dónde diablos habrá salido mi estatura antinatural, porque mide diez centímetros menos que yo.

Se limpia las manos con el trapo antes de dejarlo sobre la encimera.

—Espero que esa chica merezca la pena —dice. A juzgar por su tono, es evidente que está orgulloso. Me hundo en el asiento.

Se ha imaginado una versión de la historia que no se asemeja en nada a la realidad. Si conociera los detalles, no parecería tan satisfecho. Al contrario. Sentiría vergüenza ajena. Lo de esta mañana no ha sido un acto de valentía, sino una humillación. He dejado que me pateen y me golpeen y no he hecho nada al respecto. Eso me convierte en un inútil. Tiene un hijo inútil, patético, que no sabe defenderse y que siempre se está metiendo en problemas.

Un hijo que, además, ahora incumple sus promesas.

La ansiedad me carcome el estómago. ¿Cuánto tardará Blake en enterarse de lo que he hecho? ¿Le habrán contado ya Mason y Finn que he decidido unirme a su banda?

Me vuelvo hacia ella enseguida. Entonces, veo que tiene el ceño fruncido. Empiezo a temerme lo peor; sin embargo, lo que dice no tiene nada que ver con la música.

—¿Por qué es culpa mía? —replica, arrugando la frente—. No he hecho nada.

—Porque sabía que, si hubieras estado allí, te habrías lanzado a por Gale sin dudarlo. Deberías haber escuchado cómo le habló a Owen. Me has soltado tantas charlas sobre respeto e igualdad que no pude contenerme. Así que esto —añado, señalándome la cara— ha sido culpa tuya.

Resoplo, molesto, abro mi cuaderno y empiezo a garabatear en una esquina. Pero la cocina se queda entonces en silencio, y algo me hace levantar la cabeza. Blake intercambia una mirada con papá antes de inclinarse sobre la mesa, sonriendo. Me da un apretón en el brazo.

—Estoy orgullosa de ti —susurra. El corazón se me acelera.

—¿Por qué? —demando, e intento controlar mis impulsos—. No sirvió de nada que me enfrentase a él. Acabó dándome una paliza de todas formas. No tienes motivos para sentirte orgullosa. Soy un perdedor, Blake.

Decirlo en voz alta lo vuelve aún más real. Ahora tengo un sabor amargo torturándome el paladar. Aprieto los labios mientras espero a que mi hermana me dé la razón, pero se queda en silencio, observándome. Pasados unos segundos, me pregunta:

Cántame al oído | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now