La Invasión-capítulo 18

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Luces en el cielo, fue lo primero que surcó el vasto océano celeste

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Luces en el cielo, fue lo primero que surcó el vasto océano celeste. Meteoros pensé, lejos de la realidad. Un enorme espectáculo multicolor. Luego el horror, las bolas luminosas se colocaron arriba de la ciudad, desaparecieron. Desde lo alto de la montaña, cerca de mi cabaña, todo se silenció, como si algo tapara mis oídos. En un parpadeo una lluvia de rayos descendieron, acabaron con todo lo que se toparon, unas enormes explosiones formaron una bola devastadora con onda expansiva que sacudió todos los árboles a mi alrededor. Me tiró al piso. Escuchaba los gritos, sirenas, destellos. Todo eso se acabó con el descenso de cientos de naves que terminaron lo que los rayos dejaron. Paralizado por un momento me sacudí y corrí hacia mi auto. Tomé la asfaltada carretera hacia el pueblo que se encontraba bajo mis pies. Si aquello era real, necesitaba verdaderas armas. 

El pequeño pueblo de Canyon era un caos. Aunque en menor altura, toda la población, creo que la gran mayoría de ellos vieron el terrible evento. Gente corriendo con víveres, por suerte en mi cabaña poseía suministros para varios meses. Me dirigí a la armería.

-Necesito armas de grueso calibre y municiones.

-Sólo agarre lo que pueda, he visto lo sucedido y necesitamos defender cada pedazo del país, del planeta.

Nos dirigimos una triste mirada, estaba lleno, las armas principales como M-16, escopetas estaban casi agotadas, pude hacerme de un par de ellas, muchas municiones. Tres pistolas y dos revólver. Le hice el gesto al vendedor de que luego le pagaría. Su mirada me enfrió, la tenía perdida, creí que me miraba, por el contrario, veía profecías de muerte y terror.

Salí a tiempo del pueblo, fue el siguiente objetivo, por un ápice me libré del fuego azul expansivo. Vi descender un sinnúmero de objetos metálicos. Uno de ellos me siguió, tuve que abandonar la carretera, seguí los viejos senderos. Pude perderle, pero por cuánto tiempo.

Llegué a mi cabaña. Lucas mi perro salió al paso junto con mi esposa, vi en su rostro desazón y una pérdida irreparable. Le dije que teníamos que prepararnos, esto comenzaba. Aunque distantes en cientos de metros, los vecinos nos unimos y formamos un pequeño grupo de hombres, todos armados, todos dispuestos a defendernos de lo que fuera aquello. Abajo, en el valle, todo estaba perdido. El defender a nuestras familias, nuestra única fortaleza. Nos tuvimos que ir hacia lo alto de las montañas y construir refugios. Esperamos, cada día su cercanía era notoria. Los grupos de exploración hablaron de humanoides de más de dos metros, con trajes espaciales y armados.

-Que se pudran-dije-nos defenderemos hasta vencerlos o moriremos en el intento.

Mi joven esposa me dio un enorme beso mientras sus lágrimas rodaban, las naves se acercaban, escuchábamos los movimientos cercanos de ellos subiendo por la montaña.

-Te amo David, gracias por todos estos maravillosos años.

-Huye Hellen, igual te amo, vayan con todos los niños hacia los refugios y no abran pase lo que pase, ni con lo que escuchen.

Me hizo un gesto de asentimiento. Dejamos a cuatro hombres corriendo con ellos, como el último bastión de nuestra línea. La última batalla por nuestras vidas, por nuestras familias, por nuestra amada Tierra se iniciaba.

Historias mientras escriboWhere stories live. Discover now