El Indigente-capítulo 10

15 0 0
                                    

Atravesó la calle con todo el tiempo del mundo en su bolsillo, empujando un carro de supermercado

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Atravesó la calle con todo el tiempo del mundo en su bolsillo, empujando un carro de supermercado. Vio a todos lados con la parsimonia de un astronauta. El viento lo empujaba, se notaba en el vaivén de su abrigo que lo envolvía por completo. Su rostro apenas perceptible, se mimetizaba con su atuendo. Llegó a la cuadra de siempre, dobló sus rodillas, sacó la metálica jarra y un desgastado violín. Tocaba las notas más tristes silbantes hacia el cielo. Mucha gente se detenía, lo miraba, uno que otro dejaba una moneda, otros lo miraban como un talento desperdiciado. Las notas se perdían por momentos, cuando tosía, como sacando su tristeza de su alma. Se detuvo. Había tocado por cerca de tres horas, todo por esperar este instante, era su rutina de todos los días, la amaba, eso lo mantenía vivo. Fijó su mirada a su derecha, a lo lejos, una madre con su niño se acerca. El pequeño se veía alicaído, triste, parecía un palillo; un gorro le ocultaba su cabeza. Al pasar cerca lo tocó, su madre se volteó sin haber presenciado, sólo un sentimiento maternal de protección, cruzaron miradas pero no dijeron nada. Cada uno siguió en lo suyo. Guardó su instrumento, lo colocó en el pequeño espacio de un metro cuadrado que albergaba su vida y desapareció. 

La madre despertó sobresaltada al día siguiente al ver a su hijo animado al pie de su cama. Fueron al médico, los exámenes no arrojaban nada. Lo que hubiera tenido desapareció, era un milagro, un desgarrante, emotivo, emocional y especial milagro. Los médicos estaban consternados, sólo balbuceaban. Entonces ella recordó al indigente, el del violín como un hecho especial que hasta ahora venía a su mente. Al mismo tiempo que lo veía, percibió la sombra del hombre, peculiar, sobrenatural, quizá los efectos de sombras, pero veía unas extensas alas a los lado de su imagen. Ya no importaba si creía o no, su incredulidad espiritual. Lo único significativo era su hijo curado.

El Indigente se volteó, esperó, sabía que era otro día de milagros. Presenció el choque entre ambos vehículos, había heridos de gravedad. Dejó su carro a un lado por un momento y caminó hacia el accidente con pasos lentos pero que retumbaban en el universo como estampida de elefantes, sus alas se estiraban imperceptibles. Otro día más en su mundo sobrenatural y cotidiano.

Historias mientras escriboWhere stories live. Discover now