La Visita

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No recuerdo el momento del accidente. Sentado en el hospital observo a Gerardo y Oscar en estado de coma, entubados. Ambos rodeados de las almas más queridas de familiares y amigos, lloran, muestran pena. Me ignoran, es mejor así. No era el conductor por cierto, aunque ellos piensen que manejaré de nuevo bajo un manto distinto a las circunstancias. Nunca llega a conocer uno a las personas, ellos, jóvenes con grandes anhelos, sueños, metas. Todo truncado por una alocada noche de velocidad. No han tenido fortuna, desearía verlos en otras condiciones, en especial porque he sido el último en integrarse al grupo. Nunca llegaron a conocerme, o quizás bajo el antifaz de la vida. Los doctores corren, los familiares se apartan, salen despacio pero dando lugar a la locura que genera el nosocomio, ambos han tenido un paro cardio respiratorio con diferencia de segundos. Los desfibriladores no son suficientes, no hay reacción. Un niño me mira con el rostro bañado en llanto, es uno de los sobrinos de Oscar. Le digo que no se preocupe, que los doctores se encuentran haciendo todo para que ellos se recuperen. En su mirada leo incredulidad, es mejor así, no deseo quitarle la esperanza a un niño de cuatro años. Nada, todo parece que ha terminado para ambos. Ha llegado su momento, extiendo mis alas que abarcan todo el cuarto, desenvaino la espada de la Muerte y corto el cordón de vida de ambos. Sus almas me miran por un momento, sin comprender lo que está pasando, se desvanecen, he cumplido. Estoy cansado, muy cansado. La promesa de mi jefe de que esto acabará un día me sostiene. Escrito está que tendré vacaciones, una de mil años, otra permanente. Tendré que ir buscando otro trabajo en la eternidad para cuando eso suceda. Miro hacia arriba y raudo desaparezco en los confines del cielo, todavía hay mucha tarea para este día.

Historias mientras escriboWhere stories live. Discover now