El Terapista-capítulo 13

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Lo primero que vio fue la pulcritud del salón, la limpieza, el orden

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Lo primero que vio fue la pulcritud del salón, la limpieza, el orden. Le recomendaron bien a la persona. El estilo minimalista y moderno le encantó. La utilización de blancos, grises con toques de color naranja en los cojines, jarrones, le daba un ambiente relajante y agradable. Lo convidó a reclinarse en el Diván. 

- ¿El señor?

- Juan Pérez por favor.

- ¿Es su verdadero nombre?

- Eso tendrás que averiguarlo doctor Fernández, o debo decir loquero.

- ¿Alguien me recomendó?

- Pregunté por allí, ando de viaje y antes de irme deseaba una ayuda liberadora.

- Su aspecto es extranjero, pero habla demasiado bien nuestro idioma.

- Me aclimato.

- ¿Dígame, en qué puedo ayudarlo?

- Orale guey, que renuncié a la chamba y eso me traerá problemas con el jefe.

- Muy coloquial su estilo, pero si renunció, no veo en que pueda afectar a su jefe, ¿se cree insustituible en su trabajo?

- Por el momento si, cambia todo en la empresa.

- ¿Porqué renunció?

- Estoy agotado guey, bien flojera guey, así que ándale y dale tranquis a mi psiquis.

- Considero que al renunciar puede tener la tranquilidad que desea, ¿cuál es su trabajo?

- Chale, necesito algo así como a darle que es mole de olla, ¿guachas el asunto?

- Por suerte entiendo algunas jergas, pero no me ha dicho su ocupación.

- Me rodean los muertos.

- ¿Sepulturero o de servicios fúnebres?

- Chingue tu madre, andas haciendo fuera del bacín.

- Me intriga, si no es ninguno de ellos.

- ¿La neta? Soy la muerte cabrón. La pelona, la huesuda, la calavera, la catrina aunque la pintan de mujer y yo soy macho, la neta andan mal con esa.

- ¿Así que usted se cree la muerte y se quiere tomar unas vacaciones?

- Chale, chingue tu madre, no me creo, soy.

- ¿Desde cuando es la muerte?

El joven se levantó, escudriñó con la mirada la expresión del doctor, mostraba incredulidad con pizca de curiosidad para detectar donde se encontraba el problema interno de ser algo que no era para los ojos del médico. No lo ayudaría, la naturaleza humana es creer aquellas cosas que rayan el límite humano.

- Nunca me hará la valona doctor. Pinche obtuso de mente, ya estoy loco para usted.

- No he dado un dictamen, nada más estamos charlando, trato de ayudarlo al respecto, encontrar la manera de que Juan Pérez sea Juan Pérez.

- Juán Pérez chingue su madre, la neta no me va ayudar en nada. Quería tirar la hueva pero me abrió los ojos. Usted ni yendo a bailar a Chalma. Ya chole, aunque no cantas mal las rancheras, la neta, no hay pedo doctor, le entiendo, porque usted ni con chochos, así que órale pues, me largo.

- Si usted joven Pérez, considera que no puedo ayudarle, platiquemos sin preguntas. Dos amigos que se cuentan sus secretos, una charla tranquila. Le cuento mi infancia, usted la suya, nos conocemos.

- No manches, pero sabes, la neta, me largo. Como dije, con su incredulidad le dio vuelta a la hilacha. Gracias.

- ¿Regresará al trabajo?

- Si, es que ya me tienes hasta el queque, no miras más allá de tu pared.

El joven se levantó, acercándose al doctor este hizo un gesto de enconcharse ante el peligro de ser atacado. Pero sólo le puso la mano en la espalda, le dio tres palmadas, le sonrió. El doctor se relajó, se levantó y le extendió la mano, la cual la vio rara. Brillaba, todo su cuerpo brillaba. El doctor Fernández se voltió y vio su cuerpo cuan largo era en el suelo, tirado. Se volteó y Juan Pérez o La Muerte, le hizo un gesto con la mano de que se alejara. Comenzó a desvanecerse. 

- Le di la oportunidad doctor, ya le tocaba, pero como no me convenció de mis vacaciones me voy. Tengo mucho que hacer en África, un brote de ébola ha creado una pandemia.

Salió del salón y se dijo que debía cambiar su jerga, mucho tiempo en México con las muertes por la droga y la tubería de gasolina. Extendió sus alas y se desvaneció ante la mirada incrédula de las personas.


Historias mientras escriboWhere stories live. Discover now