Capítulo 7 - Necesidad

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Jueves.

Macarena estaba meditando para su autocontrol mientras disfrutaba de su mate, con su mirada perdida en el hermoso Central Park; le transmitía serenidad todo aquel paisaje en su conjunto, apreciado desde su glamorosa oficina.

La semana laboral iba demasiado tensa para Macarena, las reuniones de negocios y de comités eran interminables, sentía que su tiempo, su espíritu, estaba siendo absorbido por trabajo; a diferencia de su trabajo anterior, en el cual las horas le pasaban ligeras y a veces hasta demasiado rápidas para su gusto, en este trabajo le eran pesadas y lentas.

Aunado a ello, contando todo el estrés y la premura de su embestidura como CEO, le sumaba también, su desconfianza por los piratas informáticos que estaban a sus anchas en su empresa bajo su consentimiento; la tensión de que todo se saliera de control le quitaba minutos de paz, ya iban en la primera semana y el tiempo se le hacía eterno al pensar en ese asunto.

Lo único que le había dado paz, pensó, era la compañía de la morena que le había ocupado una buena parte de sus pensamientos.

No pudo evitar sonreír al recordarla.

Sus días empezaban con esmero en los desayunos con ella, ya iban cuatro seguidos, empezar el día a su lado era una inyección de energía. Luego en el almuerzo, el tiempo era limitado allí, pero lo disfrutaban al máximo, y en las noches..., la rubia se sorprendía al llegar a los sitios que sencillamente no existían para ella antes de que la morena llegara a la ciudad.

¿Morena qué me estás haciendo...? Debe ser ilegal esto de estar dando tantas vueltas en mi cabeza... Y ¡ASÍ!, pensando se asombraba de las ganas que tenía de besarla, y de cómo la imaginaba...

Desde la primera cita, que ambas no querían llamar cita, el roce de sus labios y la cercanía de sus cuerpos era espontanea, natural, la morena tomaba de su mano cada vez que podía; las caricias en la mejilla que le proporcionaba a la rubia eran li...

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Desde la primera cita, que ambas no querían llamar cita, el roce de sus labios y la cercanía de sus cuerpos era espontanea, natural, la morena tomaba de su mano cada vez que podía; las caricias en la mejilla que le proporcionaba a la rubia eran literalmente su perdición; luego las miradas... las dos eran conscientes del poder que ejercían mutuamente porque en varias ocasiones caían y se fijaban de lo que ejercían la una a la otra y viceversa. Las conversaciones fluían como si se conocieran de toda una vida. ¿Cómo evitar el hechizo de sus ojos? Debería existir un manual para ello.

—Vamos a descansar un momento. –solicitó Macarena haciendo un ligero puchero, llevaban aproximadamente hora y media caminando dentro del fastuoso The MET (catalogado como el segundo mejor museo del mundo), sí, como eruditas sus sitios de interés eran los que concentraban arte, música, historia, ciencia y tecnología principalmente. Bárbara disfrutaba de los conocimientos y exquisito abanico de destrezas que manejaba la rubia.

—Ven. –la instó a ir a unos bancos que divisó disponibles en una de las salas cercanas a ellas, en todo el trayecto iban tomadas de la mano; eran la siete y media de la noche, y el museo estaba muy concurrido.

—Tenía tiempo sin caminarlo, me parece mucho más inmenso. –la rubia se disculpaba.

—Claro, y no llevamos ni la mitad del recorrido. Discúlpame por traerte... debes estar agotada y yo escojo traerte a caminar. He abusado de ti. –era ella la que se disculpaba ahora.

ComplicidadWhere stories live. Discover now