Capítulo 38 - Reinicio

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—¡Buenas tardes! —escuchó saludar a la persona que menos se imaginaba.

Terminó de tomarse todo el vaso de agua viendo fijamente a la ojiazul entrar a la habitación, igualmente con un ramo de flores y saludando a su madre.

—Buenas tardes, señorita —respondió una sonriente Betty.

Macarena miró a la morena finalmente, la misma bajaba su vaso lentamente y estupefacta develó su rostro en dicha condición.


—Disculpe —miró a la señora—, me presento, soy Macarena Achaga Figueroa —se presentó y se acercó para extenderle la mano y Betty le correspondió—

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—Disculpe —miró a la señora—, me presento, soy Macarena Achaga Figueroa —se presentó y se acercó para extenderle la mano y Betty le correspondió—. Son para usted. —Le señaló el ramo.

Bárbara seguía en silencio, la mayor pudo notar la situación.

—No pidas disculpa, cariño. Es un placer. Gracias por las flores —las acarició con sumo cuidado—, están hermosas —miró a la morena—. Barb, mi amor, recibe las flores, por favor.

La morena reaccionó en automático a su pedido.

—¿Qué haces aquí? —inquirió cuando le arrebató el ramo.

—Hija, esos no son tus modales.

—Lo siento, mami —dijo apenada.

—Discúlpeme otra vez —medió la ojiazul—, es mi culpa, he venido sin avisar —explicó—, y aparte de querer conocerla desde hace días —le sonrió—, me urgía hablar con Bárbara. —Miró de nuevo a la mujer que amaba, la cual estaba todavía en estado de estupefacción.

—No te preocupes Macarena, ya tendremos tiempo de hablar, pero por ahora, vayan y conversen ustedes.

—No, Ma —espetó Bárbara, casi se le cae el ramo de la rapidez con la que volteó a ver a su madre.

—Ve hija, así aprovechas y tomas algo de comer —ordenó sutil, pero tajantemente—, que estoy segura no has almorzado —endureció su tono hacia su hija, luego miró a la ojiazul y le sonrió—, y hablas con tu amiga.

Le regaló una hermosa sonrisa a la ojiazul, estaba encantada con ella. No era nada difícil estarlo, la rubia estaba allí y era hermosa, aunque algo demacrada, pero con un brillo en sus ojos, el mismo que se activó en la mirada de la morena no más al verla, y ello le alegraba.

Macarena le asintió, como acatando cada palabra como ley.

—Prometo traerla de vuelta pronto, sé que tienen días separadas... —su afinidad fue instantánea, la mayor le agradeció con un gesto apacible. La rubia caminó hacia la salida y Bárbara iba atrás de ella.

—Vengo enseguida, Má.

—Hija, no tengo dudas, sí hay... —La morena la vio con una incógnita dibujada en su rostro—. Hay de ambos lados, vaya que lo hay... —La mayor sonrió y con un ademán le pidió que fuese detrás de la mujer que, estaba segura, le amaba, tanto como Bárbara a ella.

ComplicidadWhere stories live. Discover now