Capítulo 31 - Realidad 1.0

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El tiempo corría dentro de aquella sala de Juntas; esperando la llegada de la informática.

Los hombres todos estaban hablando entre sí, consternados, excepto el mayor de los Achaga. Estaba calmado, aunque debería estar preocupado, confiaba en el gran juicio de sus hijas.

¡Vamos, vamos!, se presionaba Mariana para sí misma, tenía todo su cerebro en acción; asumió la responsabilidad de salvar la situación ante la perplejidad que divisó en su hermana menor.

La otra ojiazul trató de hacerse acopio del último atisbo de valentía en ella, pero se le hizo escurridizo dentro de su sistema, lo cual le impidió pensar. ¿Cómo podría pensar? Solo se visualizaba rompiéndole el corazón a su novia, y no encontraba ni la forma ni el valor para explicarle... lo inexplicable...

—Padre —lo llamó—, voy a sentarme con Maku —indicó. Él sólo le asintió y ella caminó rodeando la gran mesa de juntas.

En el trayecto escuchó cómo tocaron la puerta anunciando que la persona esperada, su cuñada había llegado.

—Bebé —Macarena la miró al sentarse a su lado—, ¿te acuerdas cuando te enseñé a hablar en público? —la menor no comprendía, estaba en pánico al ver como entraba la secretaria de presidencia, por ello solo le pudo asentir trayendo el recuerdo que su hermana le solicitaba— Aplícalo, confía en mí.

Bárbara entró junto a la secretaria. La morena estaba preocupaba, pero no lo demostraba, sabía de qué iba esa reunión, o por lo menos la razón por la que la llamaron a esa Junta.

Saludó a los presentes, pero al ver a Macarena allí junto a la Señorita Achaga, su entrecejo se frunció. Enmudeció.

—Gracias por estar aquí... —Habló uno de los hombres, llamando su atención, le costó atenderlo.

Ella lo miró y le regaló una sonrisa cortés, rígida, pero cortés. Su mente estaba en su novia allí.

¡Oh no...! ¡No!, la he liado en esto... Dios..., Bárbara tomó su primer pensamiento, se preocupó de sobremanera, y se enfocó en tratar de buscar la forma para enmendar aquello, que pensó, ocasionó.

—...y le presento —el hombre seguía con las formalidades—, el Señor Achaga, Presidente Ejecutivo de AQuimax —la informática se tensó al darle la mano, ya que él amablemente se acercó a ella para saludarla con amabilidad—. Y las Señoritas —señaló a ambas ojiazules—, ya las conoce.

Las hermanas la saludaron con unas sonrisas, una rígida y otra altiva. No podía leer a Macarena, sus ojos, su mirada estaba inentendible, asumió que el daño era peor, miró a Mariana, ahí como si nada, y reforzó la repulsión que sentía hacia ella.

—Bárbara —su suegro no conocido... la llamó—, tome asiento por favor —le señaló la silla idónea para que quedara en frente de los hombres que dirigían la Junta, teniendo a los Achagas a cada lado de ella, pero con al menos tres metros de separación por la amplitud del mobiliario.

—Gracias —dijo al sentarse.

—¿Quieres algo de tomar? —preguntó con amabilidad, confirmando que el hombre, aún y siendo el dueño de la empresa en la que estaban era totalmente un caballero.

—Estoy bien, muchas gracias —respondió, era imposible pasar algo por su garganta, su atención estaba en la rubia, su novia.

Mariana apretó la mano de su hermana, y se preparó, haciendo su característico movimiento de confianza.

—Bárbara —habló, todos le prestaron atención—. Estás aquí porque le he explicado a la Junta tu maravillosa labor como inspectora del sistema de seguridad de la empresa... —dijo empezando a tomar el control con suma confianza y algo de jactancia.

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