Capítulo 32 - Realidad 2.0

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Horas más tarde. 

Macarena estaba en su departamento, se duchó y se puso uno de sus camisones más cómodo, se hizo una coleta alta, acomodó sus lentes y se sentó a trabajar; y manos a la obra a tan solo unos minutos luego de llegar a su departamento.

No pudo encontrarse con Bárbara luego en la torre, al parecer Mariana le había puesto al tanto de lo que debía hacer y presentar en la Junta y las responsabilidades se las multiplicó, abarrotando su agenda.

Después de un día de espanto tomó la decisión de ir a todas por todas con su cometido; no sólo era el motivo su novia, sino que sumaba los plazos de aprobación por la DFA, para emitir los permisos sanitarios más los días para asumir como CEO definitiva, su padre la llamó en la tarde, felicitándola por lo que había hecho con Mariana y diciéndole que ese mismo evento lo iba a usar para agilizar su nueva designación, "será cuestión de un par de semanas y tomarás mi puesto definitivamente", le dijo su progenitor, anunciándole el término de su cargo provisional.

La mente de la ojiazul era un mar de divagaciones; no dejó entrada a la angustia, pero la ansiedad hizo su parte. No tener una base sólida para amparar su acción con la fórmula y la posibilidad de perder a su novia, eran las situaciones en las que se avocaría, luego con propiedad, resolver el primer asunto le ayudaría a solidificar lo segundo, y el tiempo corría.

Minutos después escuchó como llegaba su novia y dejó todo para ir por ella, sus prioridades cambiaron en un soplo.

Pasadas las ocho de la noche la morena llegó a su apartamento, Macarena estaba en su estudio trabajando en la fórmula.

—Princesa... —la saludó Bárbara cuando la escuchó llegar a la cocina, se acercó a ella y la abrazó por la cintura y Macarena atrapó su cuello—, traje la cena...

Macarena la besó apasionadamente, estaba clara de cuanto la necesitaba.

—Te extrañé demasiado —susurró entre sus labios y volvió a besarla.

—Yo a ti... ni te haces una idea, princesa. —La acercó más a ella, por si era posible, y la besó, llevando el control de una manera hambrienta, demostrándole con hechos sus palabras. Y perdiéndose en su necesidad.

En unos instantes ya la ojiazul estaba sobre la isla de cocina con sus piernas enrolladas en las caderas de su novia, recibiendo las más aplicadas de las atenciones por parte de las manos y boca de la informática.

La hizo gemir descontroladamente cuando sintió como los dedos se colaban en su panty, la cual la echó a un lado ante la anticipación que le embargaba. Pudo atender con su boca uno de los pezones que pudo desvelar de aquel camisón que le facilitó todo, haciéndose aleado del clímax al que iba la rubia, permitiéndole ser atendida a la perfección en las zonas clave sin necesidad de perder segundos en desvestirla.

Bárbara sabía de memoria cada reacción en las partes específicas del cuerpo de la rubia. En ese momento no pensó, sólo sintió, luego remediaría lo de ese arrebato, en aquella locación y con aquel toque salvaje que trataba de reprimir ante su novia. Sin embargo, los gemidos y el concierto de palabras inentendibles le estaban dejando claro que su princesa era feliz, que lo disfrutaba y continuó. Sin reservas.

Las manos de la rubia estaban apretando su cabellera, sus piernas haciendo que sus caderas choraran frenéticamente, quería besarla, pero sus gemidos no la dejaban, no podía...

La morena acusó el límite, cuando sintió como la envolvían sus paredes vibrantes, uso su pulgar para atender la perla que ansiaba liberar presión, y un pequeño mordisco en uno de sus rosados y erguidos pezones detonó la ola de pasión líquida que se manifestó en los dedos de la morena y que percibió del cuerpo de la rubia en pleno apogeo, a través de cada uno de sus espasmos.

ComplicidadWhere stories live. Discover now