Capítulo LI

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Para ninguna madre debe ser agradable conocer a la pareja de su hijo con una barriga a cuestas. Pero, a pesar de que se imaginaban el discurso de Cecilia, ni su hijo ni Laura se imaginaron la reacción de ella.

Mientras Jaime ayudaba a Laura a sentarse en el sofá, Cecilia se encargó de acompañar a sus nietos al cuarto para que vieran los regalos que les trajo desde Brasil. Acomodados los dos en el sofá, Jaime le rodeo los hombros a Laura a la espera de su madre.

Un cuarto de hora más tarde, con Cecilia en frente, Jaime esperaba impaciente el discurso de su madre.

-Hijo... - comenzó Cecilia – cuando supe que estabas saliendo con una chica... lo primero que pensé fue que sería pasajero. No podía entender que el mismo hombre al que acompañe enamorado por el pasillo del salón en su boda ahora me dijera que ya no estaba enamorado de su difunta esposa.

-Má... – Jaime intentó interrumpirla pero no pudo. Laura, se intentó esconder bajo su brazo, y él la apretó aun más hacia él, reconfortándola.

-Déjame hablar. – Suspiró – Intenté tranquilizarme pensando que era solo una reacción a la soledad... incluso me estaba haciendo a la idea de que si necesitabas estar con alguna compañera. Pero...

-Pero, ¿Qué? – Jaime la incitó a continuar luego de varios minutos en silencio.

-Pero, Angélica me llamó hace unas semanas. Me contó algo de que te habían atrapado. Incluso llegó a insinuar que te habían inventado un embarazo.

-¿Qué hizo qué? – murmuró Laura, tensa.

-Comprenderán – dijo Cecilia sin prestar atención a la reacción de ambos – que para una madre, saber que están engañando a su hijo es horrible. Más aún, cuando tu propio hijo no ha confiado en su madre como para contarle acerca de una relación. Así que, espero sean sinceros, y me digan la verdad.

-Má... - Comenzó Jaime – no sé si recuerdas a Laura. Ella trabajó con Heidi y conmigo en casa, cuidando a los niños. Ella estaba con nosotros cuando Heidi y yo pensamos en el divorcio. Llevábamos varios meses con problemas, y un día nos sentamos a conversar, llegando al acuerdo que éramos tan buenos amigos que seguir con un matrimonio que nos hacía daño terminaría por dañar a los niños y en definitiva, a nuestra familia. Con Laura nos fuimos haciendo más cercanos. Y Heidi se convirtió, prácticamente, en nuestra Cupido. Pero no alcanzamos a iniciar el proceso de divorcio, cuando le detectaron el cáncer a Heidi.

Jaime se reacomodó en el sofá, apoyando sus codos en sus piernas, mientras Laura deslizaba distraídamente una mano por su vientre y la otra por la espalda de Jaime. Sin decirle a ninguno, comenzó a sentir unos suaves calambres, y con su mano, intentaba calmar la ansiedad que le vino al cuerpo.

-Heidi no quería que la gente ni la familia se enterara de la enfermedad – continuó Jaime - Por lo que le pidió a Laura que se hiciera cargo de los niños mientras ella pasaba por todo el tratamiento. Yo la acompañé en todo momento y el divorcio quedó olvidado. Antes de fallecer, Heidi me pidió que intentara rehacer mi vida con ella... Porque sabía que de alguna forma, me había enamorado de Laura.

Jaime, sin moverse, tomó la mano de Laura y la besó en el dorso.

-Para nosotros fue una sorpresa, saber que Laura había vuelto desde su país, embarazada. Pero fue una grata sorpresa, después de todo.

-Perdónenme, pero debo preguntarlo. ¿El bebé...?- Jaime no la dejó terminar.

-El bebé es de Jaime. – dijo Laura.

-Es mío. Hay mucha historia entre Laura y yo, pero tengo la suficiente confianza en ella como para saber que en esto, ella no mentiría jamás.

-Hijo... nada en esta vida es perfecto. Pero si eres feliz, solo puedo estar contenta por ti.

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