Capítulo XVII

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Jaime rompe el contacto apoyando su frente en la de ella y mirándola con ojos dilatados.

-Deja tu mano quieta... No me hago responsable de lo que suceda.

Laura toma una decisión.

-Quizás debamos seguir el instinto, ¿No crees?

-Espera... - se endereza- tu misma dijiste – lo interrumpe.

-Sé lo que dije... pero hay otras alternativas...

-¿Cómo... cual? – Laura se levanta y le hace gestos para que separe la silla de la mesa. Una vez hecho, se coloca a horcajadas de él, rodeándole nuevamente el cuello. Lo besa detrás de la oreja derecha y riega una lluvia de besos mientras va bajando hacia su pecho. Mientras, sus manos vuelven a acariciar el abdomen con la intención de bajar.

Jaime, pierde preciados segundo sin hacer nada por temor a que fuera una ilusión. Pero ella murmura contra su garganta que necesitaba ayuda por lo que, rápidamente, vuelve a acariciar su espalda, esta vez abarcando con las palmas abiertas todo el trasero y dándole un suave apretón que provoca un saltito en ella.

Ese saltito es mortal. Su miembro vibró con aquel movimiento, reavivando el fuego que habían compartido temprano durante la ducha. Era consciente de cada movimiento de Laura sobre él. Sobre todo, era especialmente consciente de sus pechos erectos. Por lo que también decidió darles un poco de atención con sus manos.

Rápidamente, ambos comenzaron a jadear.

Las cosas se están descontrolando rápidamente, hasta que Laura decide intervenir los bastantes abultados pantalones de Jaime, insertando una mano entre ellos. Y ahí estaba, la sedosa y dura masculinidad de él. Caliente y lista para lo que ella le tenía prometido. Con su mano, comenzó un lento sube y baja, sincronizado con el suave vaivén de sus caderas. Él, la sujeto más fuerte de sus caderas, respirando trabajosamente. Ayudándola con el vaivén.

Mientras, ella seguía regando besos en su cuello y rostro. Hasta que posó nuevamente sus labios en los de él. Se fundieron en un ardiente beso húmedo.

Las manos de Jaime viajaban por el torso de Laura, hasta el segundo en que sintió que la ropa estorbaba por lo que bajó sin ceremonias la blusa y el sujetador. Brindó a sus pechos, la misma ardiente y segura atención que ella le brindaba a su miembro.

Ambos jadeaban fuertemente, sin miedo a que alguien los oyera.

Cuando Jaime estaba pronto a llegar al clímax, en un breve momento de lucidez, decidió que no llegaría solo. Una de sus manos, rápidamente bajó hasta la entrepierna de Laura, metiéndose entre su ropa interior y descubriendo que ella no estaba tan ajena a toda la situación. Deslizó sus dedos, acariciando el suave y húmedo núcleo, provocando temblores a Laura. Así, siguió el ritmo del vaivén de caderas y gemidos, logrando que la respiración de ella aumentara y por consecuencia, la llegada al clímax de ambos se acercara estrepitosamente.

Sin aguantar mucho más, la volvió a besar, esta vez, mordiendo fuertemente el labio inferior y provocando al fin que ella acabara sobre su mano. Al sentir como sus dedos eran apretados por el cuerpo de ella, sintió una necesidad de liberarse que solo lo llevó a agitar sus caderas un poco más. Ella respondió, aumentando la presión y movimiento en su miembro. Y ahí, como un flechazo, llegó su clímax liberador.

Se quedaron quietos, buscando la forma de volver a respirar, sin moverse. La mano de Jaime, aún estaba entre las piernas de Laura y sentía como palpitaba su núcleo después de haberse liberado. La mano de Laura, aun estaba agarrando su miembro, pero ya no con la presión de antes. Ambos estaban aletargados. Pero su mano, seguía con una suave y pegajosa caricia.

Sacando su mano, la acarició por todo su vientre y la rodeo con sus brazos por la cintura, levantándose de la silla un poco tembloroso. Volvió a besarla, esta vez tiernamente. Ajustando el paso, caminó hasta el baño de su nuevo cuarto. Depositándola suavemente, la desvistió y él se desvistió rápidamente y se metieron bajo el agua tibia. Ambos se esparcieron jabón por el cuerpo del otro y se ayudaron a enjuagar.

Minutos después, ya fuera de la ducha y envueltos cada uno en toallas, terminaron con un tierno beso.

-A esto te referías con "alternativas", ¿No?

-Ajá. – Jaime la rodeo en un abrazo. – al menos podemos saciar la ansiedad.

-Dilo por ti. Yo ya no soy un chavito de quince años, que aguante con unas... caricias de esas.

-Ok. – se separa, haciendo ademan de sentirse desilusionada – no lo volveré a hacer.

-¡Ey! – sujetándola y atrayéndola hacia el nuevamente – Eso no quita que no me guste.

Laura sonríe satisfecha.

No es un gran triunfo poder masturbar a un hombre. Pero si es un gran paso tener el poder de hacerlo, sin nada de por medio. Y nada de por medio, se refiere a una relación, una esposa y una familia. Hablando de familia...

-Creo que si quieres ir a Disney, debes salir luego, para que no llegues tan tarde.

-Creo que sí. – se separa un poco de ella - ¿Vas a estar bien?

-Claro que sí. Además, es mi día libre, así que iré por ahí. No te preocupes por mí. Tú vete y pásalo bien con los niños.

-Lo haré... - Jaime le da un último beso y la deja salir.

Laura está llegando a la puerta del cuarto, con su ropa hecha una bola, cuando se da la vuelta.

-Por cierto, ¿Qué hacen tus cosas aquí?

Jaime ríe con suficiencia.

-Soy tu nuevo roommie.

Laura suelta una carcajada y le arroja la bola de ropa. Jaime la ataja antes de que se desarme y se la devuelve. Quitándosela, se va del cuarto escuchando las risas de Jaime a su espalda.

Un par de horas después, Jaime le envía un texto a Heidi, avisándole que ya estaba en el parque, ella le responde con la ubicación. Sonriendo como hace tiempo no lo hacía llegó hasta ella y la abrazó.

La rubia lo observó detenidamente, y solo sonrió.

Después de todo, no estaban tomando la decisión errónea.

-Así me gusta verte. – y lo abrazó.

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