Capítulo XXXI

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Heidi llevaba varias semanas ocultándoles los resultados de los análisis a los de la casa. Y es que el cáncer no había desaparecido, solo se estaba controlando su avance. Mientras no hiciera un tratamiento más invasivo, el cáncer no remitiría. Pero ella se creía realista. Así hiciera todos los tratamientos del mundo, iba a morir igual.

Por lo mismo, se decidió por la radioterapia, para que los efectos secundarios fueran menos traumáticos para los niños. Lo único que le preocupaba era dejarles una imagen de ella que no tenía relación con lo que en verdad es y fue. Una persona amante de la vida y de las cosas sencillas. Y por supuesto, fiel seguidora de su familia.

Es por eso que, después de lo sucedido con el bebé de Laura, mantuvo la entereza necesaria para que ni Jaime ni Laura siguieran deprimiéndose. Ambos llevaban su dolor lo bastante oculto para que nadie supiera nada pero a ella no la hacían tonta. Ella sabía lo que sufrían con solo una mirada. A veces encontraba a Jaime mirando al vacío y en otras ocasiones, Laura simulaba hacer otras cosas para no pasar tiempo con los niños. Y ella, debía darles su tiempo para que vivieran el duelo. Jaime, al parecer, lo llevaba un poco mejor, ya que a las semanas siguientes volvió a su rutina y a su carisma habitual. No así Laura, que cada día la veía más sumida en una nube oscura.

Habían días en que le insistía a Ethan para que la sacara. Y funcionaba, la gran mayoría de las veces. Pero en cuanto llegaba a casa, ponía excusas para encerrarse en su cuarto. Jaime era el único que se atrevía a entrar en ese cuarto. Pero hasta para ella era un misterio lo que hacían o decían ahí dentro. Si fuera todo bien entre ellos, posiblemente Laura sería capaz de salir de la depresión.

Pero no era el caso, y aunque la curiosidad se la comiera viva, no interferiría en aquella relación. Sea lo que sea, al menos estaban juntos.

Sin embargo, Jaime ya estaba llegando al límite de su paciencia. Cada noche, se recostaba junto a ella y la abrazaba, pero ninguno cruzaba palabras. Laura, a veces, le daba las gracias. Otras veces, lo besaba con una angustia que la consumía. Pero aun y compartiendo toda esa angustia, no era capaz de decirle una palabra. Si, él había intentado por todos los medios hacerla hablar, y muchas de esas veces hablaban de sin sentidos. Aún así intentó varias veces que le contara acerca de sus sentimientos y pensamientos, pero simplemente no lograba nada. Y su paciencia estaba acabándose.

Una noche de aquellas, cuando entró en la habitación, Laura estaba en el cuarto de baño preparándose para dormir. La siguió y se le ocurrió la idea de preparar un baño para ambos. Solo debía crear una atmósfera donde salieran de lo común.

-Hola – la saludó.

Laura sonrió a través del espejo, pero su sonrisa ni siquiera llegó a la mitad de su rostro. Jaime se ubicó detrás de ella, sosteniéndola de las caderas y le habló al reflejo del espejo.

-¿Qué te parece si... me acompañas en un baño?

-¿Un rapidito? – dijo irónicamente mientras cerraba el grifo del agua.

-Eh... tentador, pero no. – Le responde irónico también.- Un baño... creo que podría ser de burbujas. Algo de velas. ¿Qué dices?

-Es tarde...

-Claro que no...- le besó el hombro descubierto. – Es una hora más que prudente para que nos demos un baño y nos vayamos a dormir.

-Ahora que lo dices, me recuerda a que tendré que hablar con mi jefe para que le cambie la cerradura a la puerta de mi cuarto. – se da la vuelta entre los brazos de Jaime – porque todas las noches se mete un intruso a mi cama. Y se le está haciendo costumbre.

-¿Ah sí? – Pensativo – posiblemente sea la misma persona que contrató tu jefe para velar tus sueños.

-Pero quizás se está tomando muchas atribuciones.

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