Capítulo XXVII

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-Dios... - Laura se ríe – ¿Eres cursi también?

-Querida, soy una caja de sorpresas.

Laura le sonríe sinceramente y alarga una mano, encontrando el brazo de él en el camino.

-Gracias... En verdad, gracias.

-Nos hablamos, girl.

-¡Bye! – se aleja del carro y Noah se va. Ella espera a que se desaparezca de la calle para entrar a la casa.

Estaba todo tranquilo. No había niños a la vista ni adultos. Pero si escuchaba murmullos de televisor y risas. Suponía que estarían haciendo vida familiar, por lo que ella se fue al cuarto. Tenía ganas de hacer algo y no se iba a quedar con las ganas.

Por lo que se dio una rápida ducha y ya acomodada con un chándal y camiseta, se recostó en su cama para ver una de las películas de Noah.

-Veamos que tal actúa el chico... - le dio play y se perdió en la trama de la película.

Era medianoche cuando su teléfono emitió una alerta.

Somnolienta, tomo el teléfono y vio que era número desconocido:

¿Duermes?

Posiblemente, sería Noah. Pero como había osado despertarla, podría ignorarlo. Lo pensó por un segundo y dijo que no quería.

Gracias a ti, ya no.

Perdóname, no quise despertarte. No podía dormir pensando en ti.

Eres lindo. Pero Peter K. me quitó el sueño. Aunque es demasiado joven para mí.

¿Qué edad tienes? (Yo creo que pueden ser unos 18)

No estás ni cerca, pero gracias por el cumplido. Algún día te lo diré. Buenas noches.

¡No me bloquees!

Está bien, solo porque me caíste bien.

Dulces sueños

Estaba segura que al día siguiente lo lamentaría, pero le había hecho ilusión hablar con Noah. Se sentía como una adolescente.

Dejó el teléfono en la mesilla, y con una sonrisa, colocó su mano sobre el vientre y estirando su palma, susurró:

-Buenas noches para ti también, bebé.

Nuevo día, nuevos retos.

Ya estaban todos en pie en la casa, los niños preparándose para la escuela, Heidi terminando de acomodar sus maletas y los adultos tratando de ocultar los nervios ante lo incierto de la operación.

Mientras los ayudaba a arreglarse, Laura les dijo a los niños que la mamá debía salir de viaje pero volvería en unos días, por lo que debía despedirse de ella con mucho amor. Los niños sabían que esas cosas sucedían constantemente, por lo que no hicieron mayores preguntas.

Laura estaba esperando a los niños, que se despidieran de Heidi, cuando apareció Jaime:

-¿Dónde estuviste ayer?

-Por ahí... - restándole importancia.

-Necesitamos hablar, lo sabes.

-Ahora no es buen momento. Debo llevar a los niños a la escuela... y tu a Heidi.

-Si... pero volveré una vez que la deje instalada y espero entonces, que podamos conversar tranquilamente.

-No lo creo necesario – negándose rotundamente. Había algo en el tono de voz de Jaime que la ponía nerviosa. Y no, no era enojo ni odio. Era un sentimiento de posesividad que, estaba segura, la haría caer a sus brazos nuevamente.

Se estaba proponiendo comenzar a olvidarlo. Debía olvidarse de que alguna vez estuvo enamorada de su artista favorito. Pero era bien sabido que Jaime tenía el poder de hacerla cambiar de opinión en un abrir y cerrar de ojos. Por eso no era momento en que ella hablara con él.

No siguieron conversando ya que en aquel momento aparecieron los niños y Laura los montó en el carro y partieron hacia la escuela.

Durante el día, Laura trató de mantenerse ocupada para no entrar en un círculo ansioso pensando en Heidi. Entre las cosas de la casa y de los niños, pudo pasar el día sin inconvenientes. Por la tarde, Noah volvió a enviarle mensajes y estuvieron hasta tarde conversando. Laura no supo qué horas eran cuando Jaime volvió a la casa, pero ella ya estaba escondida en su cuarto. Cuando sintió la puerta de su cuarto, se escondió bajo las mantas y se hizo la dormida. Sintió como Jaime esperaba algún movimiento pero en pocos segundos, volvió a cerrar la puerta y la dejó a solas.

A la mañana siguiente, llegó de visita Angélica, amiga de Jaime y Heidi. Jaime no fue capaz de ocultarle la situación y rápidamente, ella se ofreció a llevarse a los niños. De esa forma Jaime podía despreocuparse y Laura podría acompañar a Heidi en la clínica. De primera Laura se opuso, pensando en que se quedaría sin hacer nada, pero como Jaime era el jefe, se hizo lo que él dijo y dejo que Angélica se llevara a los niños, pensando en que estarían contentos con ella y los hijos de esta.

Al rato después, con la casa en silencio, Laura se dijo que ya no era necesaria su presencia y aprovecharía para ir a pasear. Justo en el momento en que se disponía a ir por sus cosas, Jaime entró en el salón de la casa y la detuvo suavemente de los hombros.

Ambos se miraron, pensando en cómo el torbellino de acontecimientos estaba haciendo mella en ellos. Sin darse cuenta cómo, a los segundos ya estaban abrazados, consolándose.

-¿Cómo quedó? – Preguntó Laura, sobre el hombro de Jaime.

-Tranquila... - acariciando su espalda – el médico dijo que le realizarían un monitoreo y los exámenes finales, y si todo estaba en regla, mañana a primera hora entra a pabellón.

-Supongo que vas a ir a verla ahora.

-Dentro de un rato – se separó de ella – Pero primero debemos conversar tú y yo.

-No.... – saliendo del círculo de sus brazos, Laura se encaminó hacia el sofá y Jaime la siguió, sentándose junto a ella. – De verdad, creo que ya nos dijimos todo lo que debíamos.

Jaime la observó detenidamente. Laura comenzó a ponerse nerviosa con el escrutinio sin entender a qué venía la concentración de Jaime.

-Lo siento – Jaime ni siquiera dejó que Laura intentara pronunciar palabras y cortó el espacio uniendo sus labios con desesperación.

La extrañaba y la necesitaba. Necesitaba recuperar un poco de coherencia en su vida y Laura lo hacía sentir que estaba en el mundo correcto. En aquel momento no necesitaba buscar explicaciones, solo necesitaba encontrar paz, y sentirla entre sus brazos.

Por lo mismo, la rodeó suavemente por la cintura, notando el sutil cambio de su cuerpo. Unas caderas más redondeadas que lo hicieron consciente de que en aquel cuerpo esta su futuro hijo. Un orgullo lo hizo hinchar su pecho e inyectarle aún más pasión al beso, que a estas alturas era recíproco. Laura, inconscientemente, había entrelazado sus dedos entre sus rizos y lo acariciaba con las yemas dándole un excitante masaje en el cuero cabelludo que lo estaba volviendo loco.

Pocos momentos después, se separaban para tomar aire, pero Jaime apoyó su frente en la de ella, sin dejar de acariciar sus caderas. Laura mantenía sus ojos cerrados, tratando de recordar por qué eso estaba mal. Aún sabiendo que después se arrepentiría, le acarició el cuello con la punta de sus dedos, provocando escalofríos en él. Sintió como se estremecía y como se hacía más fuerte su agarre.

-¿Qué me haces? – susurró Laura, aferrándose al momento.

-Te necesito – respondió Jaime en un gemido.

Volvió a besarla, esta vez, un poco más suave. Con más ternura. Laura poco a poco comenzaba a dejar caer las barreras auto impuestas y cedía al deseo que sentía de volver a estar entre sus brazos. Pero esta vez, con sus sentidos disfrutando del momento.

Relegados al fondo de su cabeza, quedaban esos pensamientos de que no debía ceder ante sus sentimientos por Jaime. A que hasta hace poco, se convencía que debía olvidarlo. Cuando el corazón era consciente de que existía un lugar donde dar rienda suelta a su pasión, el resto del mundo era invisible.

¿Seguirás Amandome?Where stories live. Discover now