Capítulo XLIX

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-¿Por qué, qué sucede? - Jaime la miró y estaba lo suficientemente seria como para decirle que era importante lo que debían conversar.

-Nada grave... simplemente necesito conversar con un adulto. – sonrió.

-Pues déjame ir por mis documentos y vamos.

Jaime se acercó a Laura, que en esos momentos se sentaba en el sofá para que los niños la besaran y le contaran su tarde de piscina. Le dio un beso en la mejilla y le susurró algo al oído. Ella lo miró, y para Angélica no pasó desapercibido que no era necesario que pronunciaran palabras, ellos ya habían creado su forma de comunicación propia de una pareja.

Ella lo tuvo con su marido hasta que el trabajo de él, lo absorbió por completo haciéndolo olvidar su comunicación e incluso, olvidar a quien tenía junto a él. Cometió el error de esperar a que se revirtiera por sí sola la situación, pero no fue así. Cuando fue consciente que eran un par de desconocidos compartiendo casa, supo que debían dejarlo. Los niños comenzaron a sentir la ausencia del padre y eso, terminó por asegurarle que el divorcio era necesario.

Angélica volvió a la realidad cuando vio a Jaime acercarse, sonriente. Su compadre se detuvo unos minutos a besar concienzudamente a su novia. Y luego, con la sonrisa intacta, se acercó a ella para rodearle los hombros y encaminarse hacia la salida.

Ya con sus bebidas en mano, Angélica se dedicó a relatarle lo último del proceso de divorcio. Los documentos ya estaban firmados, y simplemente quedaba la sentencia.

-¿Cómo estás tú? – le dijo Jaime, tomándole la mano. Ella reaccionó apretándola.

-Pues, no puedo decirte que feliz, pero... tranquila. Al menos, ahora, ya no será necesario darles excusas a los niños. Simplemente papá vive en una casa y mamá en otra.

-¿Se lo toman bien?

-Pues sí. No he visto nada fuera de lo común en ellos, pero tengo la intención de que visiten a un terapeuta. Claramente, yo no soy muy objetiva en estos momentos.

-Haces bien. Necesitas el apoyo de un profesional con ellos. Y sabes que cuentas conmigo en todo.

-Yo lo sé... - Angélica suspiró profundo, tratando de contener las lagrimas.

Desde siempre ha sentido un cariño enorme por su amigo. Y sería demasiado cínica decir que jamás se le ha pasado por la cabeza verlo como hombre. En alguna ocasión tuvo algún enamoramiento con él, y posiblemente se alimentó en ambos. Pero desde siempre supo que serian mejores amigos que pareja. Y así, la vida fue pasando ante sus ojos y fueron siendo parte de la vida del otro en distintas formas. Compadres, hermanos, compañeros de trabajo. Habían compartido muchas cosas. Por lo mismo, sabía que ese proceso de divorcio no lo podría pasar sin él. Así como también sabía que Jaime no podría haber pasado la muerte de Heidi sin ella.

Pero contra toda lógica de su amistad, Jaime se había refugiado en los brazos de otra persona.

De aquella muchacha mucho más joven que él, que lo ha contenido desde la pérdida de su amiga. En parte se sentía bien con el hecho de que él tuviera la intensión de rehacer su vida. Pero no entendía que fuera tan rápido, y con una niña que no sabía lo que era ser compañera de vida de Jaime.

Jaime es un buen hombre, muy leal con los suyos, histriónico y alegre. Pero aún más, era un hombre decidido, que iba por lo que quería y luchaba por lo suyo. No dependía de nadie, pero siempre estaba disponible para ayudar y apoyar a quien lo necesitara.

Y ahí lo tenía, frente a ella, reconfortándola.

-¿Y tú, estás bien? – le preguntó Angélica, mientras volvía a apretar su mano. En ningún momento se habían soltado. Y quien no los conociera, podría decir que eran una pareja en una cita.

¿Seguirás Amandome?Where stories live. Discover now