Capítulo XVI

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Laura sopesó la respuesta de Jaime. Hasta hace algunos días, ambos rehuían de cada uno por temor a que alguno de sus movimientos, palabras o miradas, delataran su pequeño escarceo y los sentimientos que aquello despertó. Si se metía en esa ducha, nada inocente saldría de ahí. Y el problema no era eso, ella se moría por sentirlo nuevamente junto a su cuerpo, esta vez sin excusas. El problema era en lo que él estuviera pensando acerca de ello. No sería capaz de soportar que Jaime solo la utilizara para sacarse las ganas. Ella lo amaba, pero también le quedaba amor propio.

-Bueno, muy a gusto estoy aquí pero si no entras luego, se va a acabar la ducha y deberé vestirme...

Laura no lo pensó mas, se quitó su pijama e ingresó a la ducha. Ahí, escaneó concienzudamente el cuerpo de Jaime, y él hizo exactamente lo mismo. Terminada la inspección, Jaime la arrastró hasta ubicarla bajo el chorro de agua fría, provocando un pequeño gritito y ahogándolo con un gran beso.

Ahí, bajo la fría lluvia, se fundieron en un abrazo lleno de caricias y exploraciones, sin contar con los besos depositados por todas partes.

Se aprendieron a conocer. Sin llegar al clímax.

Cuando las caricias estaban ya marcando el desenlace esperado, Laura rompió el beso húmedo y apoyó la frente sobre un hombro de Jaime.

-No lo podemos hacer.

-¿Por qué no?

-No me siento cómoda, haciendo el amor contigo, mientras tu esposa y tus hijos están en unos cuartos más allá.

-... Sabes cómo bajarle una erección a un hombre. – Jaime se dio la vuelta para cerrar el agua.

-Ey...-Lo agarró por los hombros y lo dio vuelta nuevamente poniéndolo frente a ella – También se cómo recuperarla. Pero ese no es el punto.

-Ya lo sé. – Apoyo la mejilla sobre su cabeza y la abrazó. – será mejor que nos vistamos.

Ambos salieron de la ducha y envueltos en una toalla cada uno, salieron al cuarto. Como si fuera lo más normal del mundo, se vistieron frente al otro. Eran conscientes de la presencia del otro, y Jaime no podía quitar las manos de encima de Laura, por lo que entre prenda, le robaba algún beso o la acariciaba.

Era nuevo para él. Esa sensación era un poco desconcertante pero entretenida, lo hacía sentirse vivo. Lo hacía sentirse un adolescente otra vez.

-Ya. Basta. – suelta Laura entre beso y beso. Había quedado en un pantaloncillo corto para andar en casa y sostenes.

-Está bien. – dijo Jaime mientras se abrochaba los jeans que había utilizado la noche anterior. Sin polera, se sentó en la cama y la agarró entre sus brazos sentándola sobre sus piernas. Depositó otro beso en sus hombros.

-¿Qué traes? ¿Por qué desde anoche, estás así... tan cercano a mí?

-Pues... no lo sé. – Le toma una mano y se la besa. – me cansé de rehuir a lo que me estas provocando.

-Y... ¿Qué te provoco?- Jaime la observó detenidamente. Con sus dedos, recorrió sus cejas, pómulos, mejillas y labios.

-Quiero tenerte cerca mío... acariciarte. Quiero tener el derecho a acariciarte, besarte. No sé cuáles son los sentimientos que despiertas, y si te soy sincero...

-Por favor. – susurró.

-... Si te soy sincero – omitiendo la interrupción – no sé si esto vaya a durar o solo sea curiosidad. Pero te prometo que así dure solo el día de hoy, o para siempre, todo lo que te diga y haga, es totalmente sincero de mi parte.

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