Evité así que el clon restante pudiese herirme con sus balas, obligándole a volver a convertir sus extremidades en brazos y manos. Lo que no me dio tiempo a prever fue que la Wandiclon sobre la que estaba subida me empujase contra la pared, chocando mi espalda contra ella y haciéndome gritar de dolor. Del golpe solté ambas ametralladoras y los ojos se me llenaron de lágrimas.

—¡Natalia! —gritó Yelena, saliendo de su escondite.

El clon que quedaba libre observó a la rubia y cambió su objetivo, empezando a caminar hacia ella.

—¡No! —grité, cuando vi como sus brazos volvían a convertirse en armas y le apuntaban.

Un escudo voló justo en ese momento hacia la cabeza del clon y la rebanó, cayendo instantáneamente el cuerpo y la cabeza al suelo. Un escudo rojo y azul.

Suspiré aliviada, hasta que el clon volvió a golpearme contra la pared y mi suspiro se convirtió en un gruñido. Agarré su cabeza y se la retorcí, haciendo que el clon intentase quitarme de encima. James entró en ese momento en acción y arrancó los brazos del clon. Bajé de un salto de su espalda y observé como Sam y Steve se unían al Soldado de Invierno y terminaban con los dos clones restante.

Clint y Yelena corrieron hasta donde nos encontrábamos, el primero lanzándose a mí.

—¡Estaba tan preocupado! —me envolvió entre sus brazos y me apretó contra su pecho. Pero no pude disfrutar de su gesto de cariño, no cuando estaba presionando sus manos contra mi espalda. Solté un pequeño grito de dolor que hizo que el arquero se separase instantáneamente de mí.

—Estás herida.

Un segundo después de que Clint pronunciase esas palabras y empezase a escanear mi cuerpo de arriba abajo Steve ya estaba a mi lado, acunándome la cara entre sus manos.

—¿Estás bien? ¿Qué te han hecho?

Intenté contestar, pero me perdí en los miles de sentimientos que inundaron mi pecho al ver que él continuaba con vida, sano y salvo a excepción de unos rasguños en la mejilla. Tenía el rostro marcado por la angustia y la preocupación.

—Estoy bien —susurré solo para él, acariciando sus manos con las mías—. Estoy aquí —giré la cara para besar su palma. Mi gesto le hizo estremecer y mirarme con más intensidad. Y supe en ese mismo momento que no volveríamos a separarnos en lo que quedaba de misión.

—Su espalda —murmuró Yelena al ver que yo no contestaba.

Steve abrió mucho los ojos y me obligó a girarme. Supuse que tendría la sudadera empapada de sangre.

—Son latigazos, pero estoy bien.

—Te chorrea la sangre por las piernas —dijo Sam.

—Puedo con ello —me aparté cuando sentí las manos de mi pareja intentando alzar la prenda. No creo que estuviese preparada para despegar la tela de mi sensible espalda. Así que me di la vuelta y me puse a hacer lo que mejor se me daba últimamente: dar órdenes—. Necesito que me curéis la espalda y volver a ponerme el traje, no dudo en que Victor y Madame B están tramando algo en estos momentos —miré a Sam—. Y tú tienes que sacar a Yelena de aquí y llevarla con Leo, ya.

—¿Por qué Leo? —preguntó Clint.

—Porque tiene un dispositivo en el estómago que podría provocarle una hemorragia interna y matar a ambas —mis palabras hicieron que James dejase de mirarme a mí para concentrarse en ella. Ambos se observaron unos instantes y el soldado bajo su mirada hasta el prominente vientre de Yelena.

Hasta que Sam se acercó a ella.

—Os acompañaremos hasta la puerta y después buscaremos una sala de suministros para curar a Natasha —dijo Steve.

Guerra y pasión || RomanogersWhere stories live. Discover now