Capítulo 30

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Anteriormente...

Él agarró mi mano entre las suyas y se la llevó a los labios, cosa que solo me hizo llorar más. Estaba bien, estaba vivo. Estaba despierto.

—Estoy aquí.

—Steve... —jadeé, con la voz rota.

Acaricié con mi mano libre su rostro, la venda sobre su cabeza, el punto donde había estado su cicatriz un día atrás, sus labios. Todo él estaba aquí, conmigo. Por fin.

—No vuelvas a hacerme esto, Rogers.

Sin esperar una contestación pegué con cuidado nuestras frentes y junté nuestros labios en un beso. Un beso cargado de sentimientos, de miedos y desesperación. Un beso que pensé que nunca iba a ser capaz de volver a darle. Trabé nuestras bocas y dejé que él marcase el ritmo, dejé que me guiase nuevamente hasta el único lugar donde me sentía segura y completa...

Entre sus brazos. 


Los labios de Steve se movían despacio contra los míos, sin prisa. Sus dedos recorrían mi espalda con mimo mientras que con la otra mano sujetaba con fuerza la que tenía yo sobre su pecho. Mis lágrimas hacían que el beso tuviese un gusto salado y mojado, pero era incapaz de dejar de llorar. Ya ni siquiera sabía si eran lágrimas de felicidad, de ansiedad, de miedo... toda yo temblaba incontrolablemente.

—Eh —murmuró separándose de mí lo suficiente para poder mirarme—, estoy aquí, estoy bien.

Llevó sus manos hasta mis mejillas y me limpió las lágrimas.

—Pensé que iba a perderte —murmuré con la voz entrecortada.

—Te prometí que no me iría a ninguna parte —me quitó el pelo de la cara, que se había pegado a mis mejillas a causa de las lágrimas—. ¿Qué clase de hombre chapado a la antigua sería si no cumpliese mi palabra?

En vez de contestarle volví a juntar nuestros labios con suavidad, acariciando sus mejillas con mis manos. Era real, estaba despierto. Ya podía irse a la mierda el mundo que nada me separaría de él. Tres días de agonía habían sido suficientes para saber que despertar a su lado era lo único que quería hacer cada mañana por el resto de mi vida.

—¡Lo sabía!

El grito de Wanda nos hizo separarnos de un salto y a Steve arrugar el ceño. Me giré hacia la puerta y encontré a Tony, Thor, Bruce, Sam, Wanda, María, Clint y James entrando en la habitación, la sokoviana con los ojos anegados en lágrimas y todos ellos con la mandíbula por los suelos, a excepción de María y James, quien sonreían con satisfacción.

—Entonces ya sabemos de quién es esa buena boca de la que presumía Steve en la fiesta de Tony —Sam nos miró de forma pícara y chocó los cinco con James.

—Natalia Romanovna, ¿algo que quieras contarme? —Clint puso una falsa mueca de enfado y avanzó un paso hacia nosotros.

—No creo que necesites que te confirme que tengo buena boca, la has probado —le dediqué una espléndida sonrisa y Thor soltó una carcajada.

—Capipaleta, ¿Quieres explicar tú qué está pasando aquí? —Tony también se adentró en la habitación, acercándose al borde de la camilla.

Steve me miró sin saber que decir. Yo me recoloqué, quedando sentada en el borde de la camilla, aún con mi mano sobre su pecho y su brazo rodeándome la cintura. Con solo un vistazo a su expresión sabía qué tipos de pensamientos recorrían su cabeza. Él había prometido ir a mi ritmo y eso significaba esperar hasta que yo estuviese lista. Lo que no sabía era que yo ya no necesitaba esperar.

Guerra y pasión || RomanogersWhere stories live. Discover now