Capítulo 31

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Anteriormente...

—Justo lo que quería escuchar.

Steve se echó a reír y volvió a unir nuestros labios una vez más, aunque terminó con el beso antes de lo que me hubiese gustado. Me apartó el pelo de la cara y me observó. Parecía que sus ojos también brillaban a causa de las lágrimas, o tal vez era simplemente felicidad. Pero amaba como su mirada había adquirido un matiz diferente, más... vivo.

Besó mi nariz, sonriente.

—Yo también te quiero, Romanoff.



—Tengo que decirte algo.

—¿Qué me quieres? —Steve levantó la cabeza de mi pecho, donde estaba acurrucado mientras yo le acariciaba el pelo, y me miró.

—Eres un cursi, ¿lo sabías?

Puso una mueca graciosa.

—Pero me quieres.

—Todavía me retracto.

—No se admiten devoluciones —besó el hueco entre mis pechos.

La noche anterior, después de pasar un buen rato abrazados en la ducha, nos habíamos acostado completamente desnudos, ambos demasiado cansados tanto a nivel físico como emocional como para realizar cualquier acción que requiriese esfuerzo. Así que habíamos amanecido completamente desnudos, nuestros cuerpos tocándose piel con piel.

—¿Cómo está tu cabeza? —le acaricié con mimo la frente.

Sabía que en realidad no era eso lo que tenía que decirle, pero, por primera vez en la vida, no era capaz de ir al grano y sacar la información.

—Los dolores y los mareos van disminuyendo. En un par de días estaré como nuevo —rodó sobre el colchón y se tumbó de lado para poder mirarme de un modo más cómodo, así que imité su gesto y le encaré—. Pero eso no es lo que querías decirme.

Suspiré.

—No, la verdad es que no...

—¿Qué es?

—Mañana nos vamos a Rusia.

—Vale.

—No, no lo entiendes. Nos vamos los demás, pero tú te quedas.

—¿Cómo? Eso es absurdo —alzó el tono de voz, cargado de sorpresa.

—Steve, tienes un traumatismo en la cabeza y has estado dos días en coma, no pienso devolverte a la acción tan rápido.

—Estoy bien —puso una mueca de disconformidad.

—Mentira, no lo estás. Te molesta la luz, los sonidos y los movimientos bruscos. No puedes entrar en batalla en algo más de veinticuatro horas.

—Me necesitáis —se incorporó despacio y se sentó, apoyando la espalda contra el cabecero.

—Allí solo serás una carga. Además, a mí me tuvisteis una semana apartada de la acción, ni siquiera me dejasteis continuar con la investigación. Y no me quejé.

—Lo tuyo fue diferente.

Yo también me senté, encarándole.

—¿Por qué morí?

—Y porque te levantaste tan débil que no podías ni sostenerte en pie. Yo solo tengo migrañas y algunos mareos. Mañana seguramente ya ni siquiera tenga los mareos.

Guerra y pasión || RomanogersTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang