Capítulo 12

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Anteriormente...

Siempre has sido mi misión favoritamurmuró contra mi oído.

Y tu el error que con gusto cometí.

Y nos quedamos ahí, abrazados en la oscuridad del pasillo.

Siendo Natalia y James.

Una vez más. 


Gritaba y pataleaba, pero estaba encadenada a una mesa.

Había fallado en mi misión y las cosas habían ido estratosféricamente mal. Y ahora iba a ser castigada. Todos se preguntaban como había podido fallar la famosa Viuda Negra. Sencillo, había preferido proteger a James y había echado por tierra toda la misión. Así que ahora iba a recibir mi merecido. Al menos no sospechaban de mi relación con el Soldado de Invierno.

Primero me desnudaron y después me bañaron con agua helada a presión, hasta que mis labios estaban morados y estaba a punto de sufrir una hipotermia. Llegó un momento en el que dejé de chillar, incluso de moverme. Pero eso solo fue peor.

Después me encadenaron contra un poste y me dieron una paliza. Y cuando acabaron, cuando ni siquiera era capaz de tenerme en pie, me dieron latigazos hasta que me desmayé.

Pero algo iba mal. Porque yo sabía que había perdido el conocimiento, pero volvía a abrir los ojos y me volvían a azotar.

Y después aparecía James. Y también le torturaban.

¡No! ¡El no había hecho nada!

Y entonces descubrían que éramos pareja. Aunque no tenían que haberlo descubierto ese día, sino muchos meses después.

Y entonces entraba Steve, vestido como un miembro del KGB, y cogía el látigo y golpeaba a James delante de mí.

Y yo gritaba y gritaba.

Pero Steve no me hacía caso. Tan solo me culpaba por todo lo que estaba pasando. Cuando James estaba moribundo en el suelo Steve cambiaba el látigo y se dirigía hacia mí. Para pegarme con él.

Y yo gritaba más.



—¡Natasha! ¡Despierta!

Me senté de golpe en la cama, jadeando y con las mejillas surcadas de lágrimas.

No había sido real, tan solo había sido un sueño. Una pesadilla.

Entre sollozos agarré mis rodillas y apoyé la frente contra ellas, obligándome a calmarme. Solo era un sueño, un maldito sueño, pero un sueño al fin y al cabo. Unas manos pequeñas y femeninas me acariciaban el pelo y la espalda y no necesité levantar la cabeza para saber que era Wanda. La sokoviana se mantuvo a mi lado, susurrando palabras de consuelo hasta que mi respiración empezó a calmarse.

¿Habrían escuchado lo que estaba gritando?

—Voy a ir a hacerte un té —dijo. Entonces sentí frío cuando se apartó de mí y se dirigió a la cocina. Me dolía la garganta de gritar, como no me había dolido otras veces.

Solo era una pesadilla.

Me obligué a mí misma a levantar la cabeza y volver a la realidad. Lo primero que vi fue la lamparita de mesa encendida, alumbrando tenuemente la habitación. Después me percaté de que la mano que no estaba vendada tenía sangre en la palma, ocasionado por heridas en forma de medias lunas; me había clavado las uñas hasta sangrar. Por último, fui consciente de la figura que había apoyada en el marco de la puerta.

Guerra y pasión || RomanogersWhere stories live. Discover now