Capítulo 4

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Anteriormente...

—Steve, lo hemos hecho ya una vez. Ni que fuese a rechazarte una segunda o una tercera.

¿Qué? Me gusta el sexo.

—Lo tendré en cuenta.

Nos quedamos callados, mirando las vistas. Tras los árboles se alzaban los rascacielos, que brillaban como si de estrellas se tratasen. Podría quedarme toda la noche observando desde el sofá el skyline.

—¿Por qué tienes las mejores vistas?

—Porque Tony sabe que le conviene tenerme contenta. 



Me desperté cuando los primeros rayos de luz entraron por la cristalera. En algún punto de la noche nos habíamos quedado dormidos, charlando de cosas sin importancia. Steve debía de haberme tapado con una manta en algún momento y no solo eso. De alguna forma había acabado con los pies en su regazo, mientras ocupaba casi todo el sofá, dejándole a él relegado a una esquina. El pobre continuaba con los pies sobre la mesa y tenía la cabeza apoyada sobre el respaldo. No era la posición más cómoda, pero a Steve no parecía importarle.

No eran más que las seis, pero sabía que ya no iba a volver a dormirme. Así que, para no molestar al soldado, con cuidado le quité los pies de encima y le eché tapé con la manta. De puntillas fui hasta la habitación y saqué la bolsa del gimnasio. Me cambié en los vestuarios y entrené durante un par de horas, lo suficiente para que empezase a haber actividad en la base.

Para cuando subí a mi habitación Steve ya se había ido, la manta estaba doblada y una notita colgaba de la puerta de mi habitación.

Buenos días, Romanoff. 

—Buenos días para ti también, Capitán —dije a la nada.

Sin perder más tiempo me metí en la ducha y me vestí con unas mallas y un top deportivo limpio. Si íbamos a comenzar el día conociendo a nuestros clones en modo ataque tenía que estar cómoda.

Aunque cada uno de nosotros tenía un pequeño apartamento, supuse que los encontraría a todos reunidos en la cocina común. Stark nos conocía demasiado bien y sabía que al igual que necesitábamos nuestro propio espacio necesitábamos también un lugar común. Así que, el complejo contaba con un gran espacio a doble altura, compuesto por el salón y una cocina americana con isla y comedor. Una de las paredes era completamente de cristal, dejando ver nuevamente el bosque y New York de fondo. Y contaba con un balcón. Además, había una puerta que daba a un baño y unas escaleras de conducían a una sala de juntas acristalada, que se veía desde el salón.

Cuando entré en la cocina ya estaban todos ahí, moviéndose por la habitación preparando el desayuno.

—Despertó la Bella Durmiente —dijo Sam a modo de saludo.

—Estaba entrenando. Cosa que a todos os vendría bien —le di un empujón cariñoso.

—No acabamos de volver a reunirnos y ya está pensando en ponernos a correr —Wanda se sentó en la gran isla de la cocina con su desayuno.

Clint se sentó a su lado.

—Yo ya estoy muy viejo para correr. No sé cuántas veces tengo que retirarme para que os deis cuenta.

—Por lo menos dos más —dijo Tony, que leía el periódico mientras bebía café.

Sonriendo a lo que hablaban los chicos Steve se acercó a mí y me tendió una taza de café.

Guerra y pasión || RomanogersWhere stories live. Discover now