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El aire acondicionado estaba encendido.

El silencio reinaba amenazante dentro del auto y solo el lejano sonido del tráfico al exterior les daba la certeza de que seguían en la ciudad. Los vidrios polarizados privan el interior y la atmósfera atemorizante era suficientemente pesada como para que Jungkook moviera su pierna de forma nerviosa.

Estaban rodeados, un hombre de traje conducía, tres hombres estaban detrás de ellos en la tercera fila de asientos. Ellos, situados en la mitad, solo miraban al frente, donde en el asiento del copiloto se encontraba Seokjin mirando distraídamente las calles de la ciudad.

No tenía nada que temer cuando cuatro de sus guardias vigilaban a dos chicos hundidos en el temor.

Así habían pasado los últimos quince minutos hasta que Taehyung logró ver que entraban a un túnel. El sonido del tráfico se había quedado atrás, al igual que la poca calma que aún guardaba, pronto él mismo había comenzado a mirar en todas las direcciones, confuso. Lo único que lograba identificar como ligeramente familiar era la mano que seguía siendo tomada por la del azabache, una gota de paz dentro de toda esa tormenta.

—Chicos, esto es lo que haremos —Seokjin giró desde su asiento para verlos cuando el automóvil disminuyó de velocidad—. Este edificio me pertenece, no hablaremos nada del tema hasta encontrarnos en una zona privada, ¿sí?

Taehyung miró a Jungkook quién le mantenía la mirada al castaño, ninguno quería contestar, pero solo había una respuesta viable en esa situación. Jungkook asintió.

—Bien. —El auto se detuvo—. Síganme.

Seokjin abrió su puerta y antes de que ellos lograrán hacer cualquier movimiento, un guardia de la parte trasera abrió la puerta del lujoso coche, pero no descendió, solo se quedó quieto en su lugar.

—Vamos Taehyung —susurró Jungkook levantándose de su asiento listo para salir, pero no lo suficientemente listo como para soltar la mano de su compañero. Había una sensación bastante reconfortante en aquello que no quería perder en ese momento.

—¿Dónde se supone que estamos? —Taehyung avanzaba justo detrás del pelinegro mientras miraba en todas direcciones.

Estaban en un estacionamiento subterráneo. Filas de automóviles estaban aparcados a su alrededor y a un par de metros se encontraba Seokjin junto a la puerta plateada de un elevador. El silencio hizo que la voz de Taehyung se escuchara en eco y un sentimiento de desolación invadió el ambiente sombrío.

—No lo sé —le contestó Jungkook hablando más despacio, de alguna forma el eco le había provocado un escalofrío.

Caminaron hasta donde el castaño sonreía de forma extraña mientras los veía acercarse, fue cuestión de segundos para que las puertas se abrieran y todos entraran al pequeño cubículo metálico, esta vez solo dos de los guardias los siguieron.

—Veo que se llevan bien —dijo el mayor señalando sus manos unidas—, apoyo y unión, seguro que les está yendo de maravilla.

Taehyung se sonrojó solo un poco mientras Jungkook miraba desafiante al empresario sin decir palabra. ¿Qué no había dicho nada de hablar hasta estar en una zona privada? ¿Esa era la zona privada? Su pregunta se contestó cuando las puertas se abrieron, miró fugazmente el contador de pisos en la pequeña pantalla antes de bajar, piso 21, ese elevador funcionaba de maravilla.

Siguieron al castaño por un largo pasillo que se encontraba desolado, los dos guardias restantes los seguían un par metros por detrás como vigilantes silenciosos. Jungkook tal vez se encontraba demasiado concentrado en los guardias como para notar algo que para Taehyung le parecía evidente.

Entrelazados | KookVWhere stories live. Discover now