Capítulo 2 - Motivos

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Chicago, una semana después.

En la oficina se escuchaba únicamente el golpeteo superficial de las yemas de los dedos de Bárbara sobre el teclado. Su mirada estaba fija en la marca intermitente de su cursor, el cual le servía de puerta de escape para que su cerebro se trasladara a otra dimensión de análisis.

Estaba pensando, en las posibilidades de los escenarios que se le podrían presentar si el resultado de su reunión fuese negativo. Desvió la mirada a la hora que marcaba su equipo informático de última generación y faltaban diez minutos.

El tiempo era el necesario para ir por su respuesta.

Bloqueó su equipo, se incorporó de su asiento, alisó su camisa, acomodó su cabello, caminó y buscó su chaqueta. Los nervios le tenían la boca reseca, se acercó a tomar agua en su mesa de bebidas, al término de ello se colocó la chaqueta. Salió de su oficina y bloqueó los códigos de acceso, para luego ir rumbo al ascensor, saludando cortésmente a tres de sus compañeros que encontró en el trayecto.

El piso cincuenta y dos indicó al tablero, una vez dentro, para iniciar el ascenso.

—Buenos días Liliam. –saludó al llegar.

—Señorita López, siempre tan puntual –saludó amablemente la secretaria de su jefe–. Guste tomar asiento para anunciarla. –la invitó educadamente. Unos segundos después la detuvo– ¡No!, ya puede pasar. –le indicó y Bárbara le sonrió aliviada para sí, ya que no quería alargar la espera.

 –le indicó y Bárbara le sonrió aliviada para sí, ya que no quería alargar la espera

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—Bárbara toma asiento –la recibió su jefe y ella le regaló su sonrisa habitual. La morena se sentó expectante–. Lamento darte malas noticias –inició directamente–. La junta no me ha aprobado tu préstamo, es una cantidad que se les hace "dificultosa" –dijo con un mohín de incredulidad–, hice todo lo posible durante esta semana, tú eres una de mis fichas más importantes. Por ello seguí y abogué, hasta que me aprobaron sólo la quinta parte. –culminó con cierto aire de triunfo ante lo que pudo llegar a conseguir.

Malditos imbéciles, renegó para sus adentros. —¿Sólo eso? –su lenguaje corporal estaba siendo abatido con las por las oleadas de coraje que la inundaron, exigiendo más control sobre ella.

—Sólo eso, el aumento tampoco lo aprobaron, tú sabes el pretexto del presupuesto y esas cosas... –explicó.

—No hay problema –se acomodó en el asiento, cruzó sus piernas, dejó descansar sus codos en el posabrazos y unió sus dedos para luego hacer un juego con sus pulgares a la altura de su pecho, lo cual indicaba que estaba haciendo cálculos mentales–. No voy a recibir esa parte que me conseguiste –soltó–. Lo que quiero es que por favor mandes una nota a personal para que me manden a vacaciones a partir de mañana. Voy a tomar dos periodos de los tres vencidos que tengo. –le indicó seriamente.

—Bárbara eso es mucho tiempo, no puedes dejar todo así por así. –dijo el hombre consternado.

—No creo que sea problema, vamos... ¿qué tan importante puede ser mi cargo...? Cualquiera puede hacer lo que yo hago. –espetó con tono mordaz.

ComplicidadWhere stories live. Discover now