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Le printemps

Una pintura de acuarela se exhibía en lo alto del mundo, se trataba de la obra: el despertar de los sueños. Los colores más destacados eran el anaranjado y el rosado junto con un invasivo celeste. Era una hermosa obra de un pintor detallista y tímido. Pero lo más bello era cuando estos colores se posaban en los ojos de él mientras se encontraba perdido en sus pensamientos.

Tan precioso fue ese momento...Tan lejano.

La llegada de Cenicienta al castillo fue todo un caos. Mensajeros iban y venían, sirvientes con las miradas en sus pies obedecían con tanta plenitud; el sonido de la naturaleza parecía falaz y los dedos de oro permanecían con sus cabezas altas en sus esquinas más gustosas.

La joven se presentó ante su rey, el sentimiento de honor era inmensurable. Todo en orden, todo tan brillante, todo tan de la realeza.

— ¿Señorita, sabe lo que ha cometido con sus actos? Hemos escuchado una triste historia sobre usted que puede ser amargo para muchos. ¿Entiende que la seguridad del príncipe está bajo mi disposición? — expresó distante el monarca desde su puesto. — Sin embargo... debo decir que su presencia en la fiesta fue divina y sorprendente. ¿Cuál es tu razón de aceptar y querer a este hombre?

— Su majestad — se interpuso el príncipe.

Fundiendo el oro

de tu belleza con el tesoro de mi tristeza...

Cenicienta imitando la postura que veía de las mujeres que esperaban su discurso respondió con seguridad.

— Mi rey, seguro escuchó que he quedado huérfana ya hace tiempo. Eso no significa que deje de ser hija de mi padre, un noble comerciante y de mi madre, una devota pintora que perteneció a una de las familias más respetadas de este reino. No puedo negar mi realidad pero tampoco voy a dejar en ignorancia el gran respeto y honor que le tengo a mis padres. Y seguro muchos pensarán que por haber sido despojada de los bienes de mi familia no merezco conocer ante tal admirable corte —. Con una pausa miró al príncipe buscando su apoyo. Este inmediatamente sostuvo su mano y luego de un leve apretón ella continuó. — No tengo ningún deseo de timar a mi rey. Tampoco tengo intenciones de querer causar problemas en las tierras en las que nací. Sé muy bien que el príncipe estando aquí es una muy grata oportunidad para todo el reino. Pero, pido disculpas por mi insolencia, yo conocí a este hombre como tal y no por ser príncipe. Me enamore de cómo es él, no de su título.

La tensión de la corte se alargó por una hora más, los hombres de asientos pulidos exclamaron en desacuerdo agotando la paciencia del Rey. Así que este se retiró hacia una sala más privada junto con la pareja. Con la intranquilidad sobre sus hombros, el hombre se acomodó en su asiento detrás de un lustroso escritorio. Comenzó expresando su comprensión ante las palabras de la joven pero en negación planteó los riesgos que podía significar esta relación.

Sin embargo, un acuerdo despertó la esperanza. El gran hombre permitió que ella se vaya al Reino Unido, que hiciera su vida ahí pero sin olvidar nunca que ella estaba ahí como representante de Francia y que solo pertenecía a Francia. El príncipe de inmediato aceptó, a pesar de que tenía miedo de todas las dificultades con las que se iba a tener que enfrentar. De este modo, el rey declaró una cena especial para esa misma noche como festejo de la amistad entre los dos reinos.

Un mes después la pareja ya estaba lista para viajar. En el momento que iban a subir al carruaje una caja llena de condiciones fue concedida a Cenicienta. Y en la despedida solo estuvieron soldados siguiéndolos. Simultáneamente, ella lo intentó ignorar, mientras el carruaje se alejaba del castillo, solo pudo sentir melancolía. Por suerte, durante el viaje para Cenicienta, fue más privado y dulce. Solo ella y el príncipe.

Cenicienta, después del punto finalOnde histórias criam vida. Descubra agora