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L'été

"Para quien tiene miedo, todo son ruidos".Sófocles.

La tarde se aproximó a su cierre dejando en su lugar a la cercana oscuridad. Primero se presentaron sombras y luego solo quedaron los reflejos de la luz del día. Mientras que, las llamas de las chimeneas se encendieron en los hogares dando alivio. Su calor era retenido por los cuerpos y su olor quedaba atrapado en los muros.

Un grupo de infantes se quedaron cerca de la entrada. Jugaban con alguna rama seca que dejó el invierno sobre el suelo verde que trajo la primavera, hasta que un adulto los llamó. Estos corrieron pasando al lado de Cenicienta, algunos la saludaron y otros dijeron algo que no llegó a entender.

La joven ingresó a su habitación para continuar con su actividad que había dejado a medio proceso en la mañana. Acercó la mesada repleta de hojas desordenadas, un frasco de pegamento e hilo hacia su cama. Apoyo la vela en una esquina de la madera para una mejor iluminación y comenzó a agarrar los papeles con el objetivo de acomodar un poco el espacio.

— ¡Estos tipos no cambian más! Siempre haciendo lo que se les pasa por la cabeza primero — ingresó la dueña de la tienda soltando quejas abruptas. Un suspiro pesado soltó y se dejó caer en su cama. — No debería continuar ahí — susurro en pensamiento.

Cenicienta tensa se mantenía cabizbaja en su lugar sin parar de acomodar los papeles, sin embargo, su acompañante con unas vibras maliciosas puso su atención en ella.

— ¿Hasta cuándo no me hablaras? — preguntó. — Cenicienta — llamó la mujer luego de un pronunciado silencio. La joven apretó los labios pero continuó concentrada en su actividad. — Bien, Cenicienta. Entonces, ¿hasta cuándo te quedarás? — preguntó tomando asiento a una corta distancia de la muchacha.

No solo la primavera trajo colores, alimentos y nuevas oportunidades sino que también más problemas.

— Lo siento, pero creo que es mejor que nos quedemos así. A distancia — murmuró ella tragándose sus palabras, tratando de alejarse.

Una sonrisa discreta se posó en su acompañante. — ¿Por qué? Sigues molesta por haber detenido tu locura ¿Cenicienta? Sabes que te puedes ir cuando quieras. No estás atada aquí. Para nada — expresó sacudiendo las manos. — Quizás le debes a Louis algo o mucho pero no te obligues a estar aquí. Puedes devolverle el favor de otra forma — continuó.

Y definitivamente, la primavera no trajo buena aura a esa tienda.

— ¿Locura de esa...? — expresó molesta pero al ver su mirada dura y desafiante se cohibió. — No, no existe una razón así — murmuró a lo bajo ocultando el verdadero sentimiento de aquella vez. — Se que debía decirlo antes pero nunca me diste una oportunidad — continuó hacia ella misma. — Me disculpo por causar problemas en ese momento. Lo siento, realmente... tampoco quise que te lastimes mucho... escuche que no pudiste levantarte de la cama por unas semanas. Mis disculpas son sinceras — expresó tambaleante pero sosteniendo su mirada en Shaira.

Lo había pensado mucho. Entendía que sus acciones podían haber causado mucho peligro a todos las personas de ahí hasta para ella. Y aunque todavía le molestaba la acción de su compañera entendía el porqué su actuar tan violento. Además, deseaba mantener una armonía o por lo menos sentirse tranquila con las personas de allí pero eso no significaba que quería compartir todo su espacio con ella. La mujer era una clase de persona fuera de sus gustos. Y, además, su furia no le dejaba olvidar o ignorar.

En cambio, para Shaira la rebeldía de Cenicienta trajo muchos problemas y también peligros, del que llevó tiempo resolver o por lo menos tapar. Y fue una situación que no dejaba de rondar en su cabeza.

Cenicienta, después del punto finalWhere stories live. Discover now