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"Rompe las cadenas que te hacen llorar"
Arkania

Gotas de agua resbalaron del recipiente que sostenía aquella mano de piel sedoso y puro de marcas. Un cosido dorado reposaba en su muñeca y capas de telas cubrían todo su extenso brazo. El propietario de tal acción era tan diferente a como se veía en su majestuoso traje.

El viento corría por sus cuerpos, el silencio entre ellos era tan tenaz.

— Es agradable volver a verte — expresó en un tono ligero sin lo despiadado como siempre se expresó ante ella.

El desconcierto sobresalía en la mirada de la joven. Sus ojos no podían dejar de rebuscar a su alrededor por algo más, algo que le dijera con voracidad que no había perdido por completo la cabeza. Cuando al fin pudieron conectar sus miradas ella no lo podía creer.

Sus ojos celeste como el del cielo en primavera eran suaves y calmados, al contrario que peligrosos. Tampoco había desesperación o cansancio sino que se mostraba deslumbrante, un tipo de brillo que llegaba a verse tonta. Similarmente a unos ojos de enamorado o con dramatismo, como si su cuerpo hubiese sido entregado al Dios Shamash y que este brillaba a través de sus iris.

— Príncipe Louis.

Sin embargo, el momento fue interrumpido por otro galope. Una hermosa yegua de color marrón se acercó por detrás de Cenicienta dándole un buen susto. El animal era domado por un hombre alto de cabellera larga, con unos ojos verdes fosforescentes más allá de la oscuridad que comenzaba a tomar por todo el bosque. Esa misma disminución de luz permitía que su belleza varonil resaltará y las sombras de las ramas le daban un toque misterioso.

Una delicada sonrisa mostró y con un saludo de cabeza se dirigió a la muchacha desorientada. Seguidamente, con un increíble movimiento le indicó al animal continuar con su paseo. Al dar el giro dio una profunda mirada hacia el príncipe.

— Vamos Cenicienta, lo que queda de camino es todavía mucho — exclamó alborozado el hombre apartando el recipiente de agua para extender su mano. Le invitaba a subir al caballo con paciencia, esperando recuperar su atención.

La joven mujer, más tontaina que nunca, regresó su mirada hacia el príncipe. Las palabras no salían de su boca y las ideas estaban hechas un lío. No entendía lo que decía él, solo un murmullo lejano.

Cuando al fin pudo recuperar sus cabales no le parecía nada divertido la alegría que desbordaba el príncipe ni la inesperada aparición de otro hombre. Y con violencia cerró su maleta desordenando sus cosas y causando que algunas otras pequeñas cayeran al suelo.

— No — soltó crudamente.

Un nuevo sentimiento que estuvo reteniendo durante todo el viaje comenzaba a salir. Se levantó ignorando el pequeño mareo y lo enfrentó.

— No, príncipe. No sé qué pretendes con todo este juego pero no lo voy a seguir aguantando — exclamó ella. — Quiero una explicación, ropa y salir de este lugar.

Los ojos del hombre se clavaron hacia lo alto sin soltar esa sonrisa tan genuina. — No es un juego pero puedo decir que sí está yendo perfectamente. Sé que tienes muchas preguntas, así que es mejor que lleguemos al lugar y ahí resolveremos todo.

— No, lo haremos en un lugar con personas. No confío en usted, majestad, y tengo que encontrar algún lugar para pasar la noche — escupió sintiendo los nervios ya que el sol cada vez estaba más lejos y la temperatura cada vez bajaba más.

— No. Ya estando aquí corremos peligros, y no podemos pasear cómodamente por el pueblo — dijo con un leve tono irónico. — Por favor Cenicienta, no lo hagas difícil. Tengo un lugar para que puedas alimentarte y descansar.

Cenicienta, después del punto finalWhere stories live. Discover now