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"No nos vamos a poner de acuerdo nunca. Y seremos muchas veces injustos, tomando la humildad por soberbia, la reserva por falta de compromiso, la voluntad de no herir por la voluntad de no saber."

Juan Gelman

Pies descalzos, cabello apoyado en la espalda encorvada, mirada temblorosa y soledad apuñalando el corazón. Un ambiente tan amargo pero acompañado con el encantador aroma a pan horneándose. El sol daba sus saltos a su tiempo hasta poder llegar a la cima, en ese momento, estaba sobre sus ojos recreando sombras largas detrás suyo.

En coincidencia, el bosque estaba brumoso y pesado. Nadie andaba por ahí, solo estaban ellas terminando una página. La más joven estaba enojada con su compañera. Ya no era el miedo que le causaba, era el dolor. El dolor de lo que podía causar sus acciones. El dolor a las repuestas de su compañera.

Hubo tanto silencio al inicio, tantas dudas y preocupaciones. Una escapando tantas veces como podía de la conversación causando estragos y angustia. Pero la mayor siguió insistiendo, suplicando salir de la confusión. Hasta el tiempo, cuando la humedad las enjaulaba en ese bosque, entre lágrimas de terror y desesperación le planteó sus pensamientos.

Y sus sentimientos cambiaron a enojó porque la culpa todavía no se podía disipar. Estaba enojada de sus palabras y la de su compañera que fueron un consuelo. Alivio y asco a sí misma por las sensaciones que sintió ante el abrazo cuando estaba por caer otra vez.

Estaba furiosa de escuchar sus disculpas cuando no creía que debía recibirlas. Al mismo tiempo, sentía calma.

— Fui egoísta, actúe pensando solo en mí y no en lo que vos querías. O cómo te sentías. Sí, tengo que disculparme porque actué pasando por encima tuyo y solo siguiendo mi deseo.

Entre sus brazos siguió llorando.

— Me gusto... ese beso — murmuró la más joven.

— Está bien, no tiene que significar más nada. Está bien que te haya gustado.

No había hecho nada malo, las sensaciones en aquel beso fueron increíbles, aunque, había algo más que la tenía tensionada. Ese beso no solo era un beso. A ella le gustaba Shaira y eso la frustraba. ¿Y qué tenía que hacer? ¿Qué decisión debía tomar? ¿Seguir a sus pensamientos desordenados o dejarse llevar?

— Necesito entenderme, quiero respuestas a lo que siento...

— No te desesperes, prueba e inténtalo. No te cortes por tus miedos.

— No quiero lastimar a nadie.

— Tampoco lo tienes que hacer contigo.

— Creo que deberíamos tomar distancia...

¿Realmente? Creía que esa era la solución, todavía daba vueltas por su cabeza como tal.

— Pero no quiero, no me gusto estar distante durante este tiempo — continuó jugando con los dedos de Shaira.

— Nada se perderá entre nosotras, seamos amigas y busca consuelo en mí cuando lo necesites. Puedo guardar tus secretos y ser tu hombro en los días agotadores. No tenemos que ser nada que a ti te lastime Céline.

¿Dolor? Ella creía que con lo que iba a tener que vivir era siempre con dolor aunque no lo deseara. Sabía que estaba destinada a sentir pesar.

— Amigas... Amigas a nuestro estilo — murmuró tímida.

— Seguro — respondió con una sonrisa íntima.

Al recordar sus palabras le ponían las mejillas rosadas y se sentía tontuela por el disparate que dijo.

— ¿Segura? — continuó en aquella charla.

Cenicienta, después del punto finalWhere stories live. Discover now