Cenicienta

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Muchos han divulgado su cruel historia y muchos otros soñaron con su final feliz.

El libro fue abierto. La página de la portada fue pasada, luego una en blanco hasta llegar al...

Érase una vez, una hermosa joven soñando en la ventana de su deteriorada habitación. Sus ojos cristalinos estaban perdidos en el firmamento esperando por una nueva orden, una orden que cubría el vacío de su corazón. Un vacío que se fue construyendo cuando comenzó su sueño solitario. En conjunto con la delicadez de sus dedos que acariciaban el marco del pequeño cuadro. El único objeto que le quedaba a su poder, un cuadro viejo de su familia. Donde su pintura vieja se estaba desgastando pero el dibujo todavía era claro.

Ella era una chica de corazón puro con un conocimiento audaz, de sonrisa brillante y figura mundana. Su valentía no pasaba de las paredes de su hogar pero su curiosidad era tan inmensa que se volvió un problema hasta el punto de recibir dolorosos castigos. Y por el otro, la tristeza era su manto por la falta de caricias y bondad. Una tristeza que comenzó desde muy pequeña cuando su madre falleció al estar muy enferma y mientras crecía su padre se mantuvo alejado de la casa por culpa de la mala lengua del rey. Esto llevó a que la familia recibiera difamación y presión social, así que el padre desesperado una madre buscó y ciegamente de una mujer se enamoró.

Esta mujer enviudó luego de una terrible guerra quedando sola con sus dos hijas. La falta de ese hombre fue tan grande que no volvió a ser la misma. El tiempo, las palabras y las costumbres la comieron a carne viva pero salió adelante con rencor, avaricia y desprecio. Siempre dejando muy en claro a su alrededor de tener cuidado o perecedera de lo peor. Más allá de su esfuerzo para mantener a sus hijas con buena educación y entre riquezas, la desgracia habitaba en el techo de su hogar. Por esta causa, cuando se paraba a un lado de la ventana de su habitación siempre anhelaba ser la dueña de los bienes de su vecino. Aunque conocía tan bien al hombre de buen porte nunca tuvo la oportunidad de tener un encuentro, hasta que una noche mágica tocó su puerta. Un compromiso y una boda apresurada se perpetuó.

La pobre joven padeció la oscuridad de la señora, sufriendo el castigo de no ser merecedora de llamarse hija ni menos una mujer con derechos, solo debía captar sus órdenes y mantenerse callada como cualquier otra sirvienta. Así fue como en esa casa el nombre Cenicienta quedó marcado en los muros, las escaleras y en las conciencias de los que eran parte de ese hogar perdido. Con una mujer letal, dos sombras jóvenes y un padre fantasma lo simple no estaba en las páginas de su libro.

En fin fue una decisión que condenó la vida de su hija.

Años más tarde, la lluvia no paró sino que se volvió en una aterradora tormenta eléctrica luego de la muerte del padre. La casa pasó al dominio de la madrastra con sus reglas. Ella junto con sus hijas la perseguían sin descanso, obligándola a hacer los trabajos más pesados hasta quitarle algún rastro de felicidad o de calma. Pero la verdadera tortura fue cuando su cuerpo comenzó a cambiar, tenía miedo de si misma y la soledad estaba en cada esquina de su habitación esperando para atormentarla.

Luego, la tormenta se volvió en una leve llovizna hasta terminar en un interminable goteo. Cada gota construyó a Cenicienta, una muchacha que no perdió la dulzura pero que terminó resignada a su realidad. Una muchacha temerosa de reclamar o vivir sus sueños. Solo estaban los libros y los paseos a escondidas que apaciguaban un poco su dolor. O el visitar la tumba de su madre, en el que pasaba el tiempo descansando sobre el césped o arrojando semillas a los pájaros de la zona.

Así fue en una tarde de otoño, Cenicienta paseaba por los senderos de las casas vecinas luego de una fugaz escapada. Una melodía apagada acariciaba sus labios junto con los distintos pensamientos que la acompañaban. Hasta que un pequeño accidente con una carreta causó que chocara con un hombre encantador de apariencia elegante. Tan solo, un encuentro inusual pero con sentimientos cálidos que atrapó el alma de la joven. 

Cenicienta, después del punto finalWhere stories live. Discover now