Tengo Trabajo Que Hacer

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Miré a mi alrededor en aquel imponente lugar, aún era temprano y seguramente la acción llegaría más adelante en la mañana, Chopin seguía sonando y mientras yo estaba allí, bastante perdida en lo que tenía que hacer.

De repente el teléfono sonó haciéndome dar un respingo, yo respiré hondo y tomé el aparato para responder.

-Jefferson-Fink & Asociados, ¿en qué puedo ayudarle? -pregunté al atender.

-Con el señor Jefferson -dijo una voz autoritaria de hombre del otro lado.

-Lo siento, señor, el Doctor Jefferson no está disponible -dije, siguiendo las instrucciones de mi jefe.

-¿Cómo que no está disponible? -preguntó de nuevo esa voz autoritaria-. ¡Exijo que me comunique con él!

-Señor, vuelvo a repetirle: el Doctor Jefferson no está disponible -repetí con paciencia y voz dulce-. ¿Le gustaría dejar un mensaje?

-¡Sí, dile a ese hijo de puta que no se las verá tan fácil cuando lo denuncie al Tribunal de Ética! -gritó aquel hombre del otro lado y colgó el teléfono, yo me quedé con el tubo en la mano, pasmada de la sorpresa y lentamente lo coloqué en su lugar.

«¿Dios, en qué me metí?», pensé.

La primer mañana de trabajo fue una masacre, no solamente la atención al público era lo que más detestaba, sino que mi jefe me había llamado a su despacho y me había regañado por unos 30 minutos que se me hicieron una eternidad; finalmente, Kentin me pasó a buscar a la hora de salida, yo entré al Jeep agotada.

-¿Cómo te fue? -preguntó Kentin muy contento.

-Sólo arranca el auto -dije mientras me llevaba la mano a la cabeza, Kentin frunció el ceño.

-¿Ocurrió algo? -preguntó mientras salía se dirigía a la calle.

-No, nada malo... Bueno depende del punto de vista en que se lo vea -dije mientras abría la ventana.

-Ya dime que pasó -dijo Kentin de malos modos.

-Sucede que ya me regañaron -respondí.

-¿Y eso? -rreguntó mi prometido.

-Mi jefe me dijo que no le pase llamadas de ningún tipo, excepto de su madre y de una tal señorita Leroy -le expliqué a mi prometido-. Sin embargo, hoy llamó un tipo por teléfono que quería que le pase con él a toda costa, ni su nombre dijo y yo me olvidé de preguntarle, era el abogado rival de un juicio billonario.

-Ah -dijo Kentin, ahora entendía.

-Mi jefe dijo que me perdonaba por ser el primer día de trabajo, pero que a la próxima iba a echarme e informar a la universidad mi desempeño -dije mientras contenía las lágrimas-. Y yo necesito una buena nota para poder graduarme dentro de dos años.

-¿Pero le explicaste a tu jefe que no tenías idea? -preguntó Kentin.

-Sí, pero no creo que no haya servido de nada -dije mientras él entraba al garage del edificio-. Hoy no iré a la Universidad.

-¿Por qué no? -preguntó Kentin.

-Te juro que no estoy de ánimos -respondí, Kentin y yo entramos al ascensor en silencio, yo marqué el piso catorce y subimos.

-Pues entonces no iré a la Academia -dijo mi prometido con una sonrisa, yo lo miré-. Llamaré y diré que estoy enfermo, que comí algo que me hizo mal y asunto solucionado.

-Pero perderás la asistencia perfecta -le recordé preocupada, el ejército premiaba a los reclutas y personal que tuvieran asistencia perfecta con dos sueldos enteros a final de año, además del aguinaldo.

Corazón de Melón con Chocolate (libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora