Gritos

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Mientras nos acercábamos a las montañas, Kentin iba sorteando árboles, ramas, arroyos y rocas. El Jeep Commander era un todo terreno, así que podía recorrer esos lugares sin problemas, aunque dentro del vehículo se estaba desarrollando un terremoto grado nueve por como íbamos de salto en salto.

Mientras yo me aferraba con fuerza a la manija que estaba sobre la ventanilla, Kentin giraba el volante y hacía cambios de marchas, se lo notaba sumamente concentrado. Por su parte, Armin parecía un niño, porque, con cada golpe y salto que hacía el Jeep, él exclamaba y daba pequeños grititos de sorpresa. Venía desde hace dos kilómetros diciendo «¿Ya llegamos? ¿Ya llegamos?», la paciencia de mi prometido estaba en el límite y la mía también. Lily, que iba sentada al lado de Armin, venía sintiéndose mal desde que entramos en terreno irregular, y por su parte Lysandro estaba sumamente desorientado.

Por detrás de nosotros venían Nathaniel en la camioneta Hilux azul que había rentado, en el vehículo iban Castiel, Violetta, Ámber e Iris; con nosotros iban los gemelos, Lily y Lysandro, pero Kentin quería atar al pelinegro al capó del auto y usarlo de defensa por lo insoportable que estaba.

No sabía que tanto nos habíamos adentrado en la vegetación pero mi novio parecía conocerlo muy bien. Apenas había doblado en el camino de tierra que se adentraba en el bosque, Kentin había apagado el estéreo del auto para escuchar mejor el movimiento y el sonido del motor.

El GPS marcó el fin del trayecto. Nos encontrábamos en un claro entre medio de árboles frondosos, ambos vehículos se detuvieron, uno al lado del otro, y empezamos a descender de ellos. Castiel ayudó a bajar a Ámber mientras Lysandro se unió al grupo de los varones a descargar todo lo que habíamos traído: Las carpas, el gazebo, los bolsos, la comida (aunque la idea principal de Kentin era cazar lo que íbamos a comer, algo que todas las chicas pusimos el grito en el cielo con un rotundo NO), las mesas y sillas de campamento, leña, carbón, mantas y bolsas de dormir, entre otros elementos de supervivencia.

Al principio nos pareció peligroso que Ámber, con su estado, nos acompañase, pero su obstetra le dio luz verde y pudo venir con nosotros.

Kentin se colocó uno de los bolsos al hombro mientras que recogía otro con la mano izquierda. Castiel llevaba las conservadores y Lysandro la mayor cantidad de bolsos que podía. Con una breve identificación del terreno, Kentin señaló el lugar donde armaríamos las carpas.

-Allá -dijo mientras señalaba con la cabeza el lugar designado-, donde están esos arbustos, lejos de las ramas de los árboles. Revisen el suelo y eliminen piedras, ramas y cualquier cosa que pueda representar una molestia al momento de dormir.

Cargando las cosas, nos acercamos al sitio señalado y las dejamos con pesadez en la hierba, el clima aún ayudaba a estar al aire libre y los pájaros cantaban con alegría, aunque seguramente la temperatura descendería en los próximos días, el factor climático fue uno de los detalles a tener en cuenta al momento de organizar este campamento, y afortunadamente sólo íbamos a tener, en principio, uno o dos días malos.

-Este sitio es hermoso -dijo Lysandro mirando a su alrededor, era raro verlo en ropa deportiva aunque que le quedaba muy bien; verlo fuera de su estilo de vestir victoriano era algo muy raro, pero grato de ver.

-Odio la luz -masculló Armin mientras sacaba su celular, su rostro pasó del aburrimiento al terror-. ¡No! ¡No tengo señal, no tengo internet!

Rebuscó en sus bolsillos tratando de encontrar algo, al no hallarlo lo buscó en su bolso.

-¡No traje la PSP! -gritó sumamente preocupado-. ¡¿Cómo!? ¡Recuerdo haberla guardado!

Alexy no dijo nada, pero se le notaba en su rostro una sonrisa de complicidad y satisfacción.

Corazón de Melón con Chocolate (libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora