Toqué la puerta y esperé, el picaporte hizo un ruido metálico y mi padre abrió la puerta.

-Hola, chicos. ¿Qué tal el viaje? -preguntó mi papá permitiéndonos entrar.

Gaeil y yo pasamos, la decoración seguía igual, mi abuelo estaba en la cocina mientras preparaba algo para comer, olía a pescado y papas fritas.

-¡Ya casi está la comida! -anunció mi abuelo.

-Pondré la mesa -se ofreció Gaeil. Yo me acerqué a mi padre: Su mirada lo decía todo, sabía lo de la abuela.

No pude evitar sentir lástima y vergüenza de todos nosotros. La abuela había abochornado a la familia entera con su comportamiento, ella que siempre nos decía a todos cómo actuar, lo que era correcto y lo que no... Hipócrita.

-¿Cómo está Annie, hijo? -preguntó mi padre, yo sonreí.

-Bien. Está estudiando muy duro para pasar los exámenes y conseguir una pasantía en un buffet de abogados -dije en pocas palabras.

-Esperemos que lo consiga, mejor nuera no puedo pedir -dijo mi papá. Una vez que Gaeil terminó de poner la mesa mi abuelo sirvió la comida, luego de una breve bendición, nos sentamos a comer. La comida transcurrió en silencio, sólo se escuchaban los cubiertos en los platos, para mi abuelo la hora de las comidas eran sagradas, permitía las risas, las charlas tranquilas pero no las discusiones. Finalmente, cuando mi abuelo dio su último bocado, dejó los cubiertos en la mesa, tomó un trago de jugo, se limpió la boca con la servilleta y juntó sus manos.

-Bien... -dijo, yo me moví incómodo en el asiento-. Creo que los tres saben por qué les pedí que nos reuniéramos. En especial tú, Kentin.

Yo simplemente me quedé callado, tenía una idea pero prefería ver si mi abuelo confirmaba mis sospechas.

-Apenas David me llamó de Irlanda y me contó lo de Mary me negaba a creerlo. Pero cuando Gaeil me contó lo de Annie, me enfurecí -dijo mi abuelo, sus ojos estaban fijos en sus manos surcadas de arrugas y manchas de la edad-. Así que llamé a Mary a su celular y le exigí explicaciones.

Gaeil y yo nos miramos, que el abuelo haya hecho eso era porque estaba ENFURECIDO.

-Y creo que Mary les debe una explicación -dijo el abuelo, miró hacia las escaleras: mi abuela descendía por ellas con cara de terror absoluto y mis ojos estaban tan abiertos que temía que se salieran de sus cuencas-. Siéntate, Mary.

Mi pierna derecha empezó a temblar y mis puños se cerraron. Si no hubiera sido mi abuela le habría dicho todo lo que me venía guardando. Gaeil estaba con el ceño fruncido y mi padre no paraba de tocarse el bigote como cuando estaba nervioso, en cambio la expresión de mi abuelo era indescifrable.

Mi abuela tomó asiento lentamente y sólo entonces que ella estuvo sentada, mi abuelo tomó la palabra.

-Nunca, en cincuenta años de matrimonio, se me hubiera ocurrido que ibas a ser capaz de semejante cosa, Mary -dijo mi abuelo en voz baja, cuando estaba enojado no te gritaba, sino que bajaba la voz y te hablaba de lo más calmado-. Arruinarle la boda a una muchacha, y no sólo a ella, sino a tu propio nieto, también...

Mi abuela no pronunciaba palabra. Estaba con las manos unidas sobre el regazo, costaba creer que aquella mujer, que había sido una madre para mí, fuese tan cruel y vil.

-Yo quisiera saber que ocurrió con la muchacha que conocí cuando fui a hacer las entregas de leche con mi padre -quiso saber mi abuelo, había dolor en su mirada, se lo notaba sumamente triste y desilusionado-. ¿Qué ocurrió con esa muchacha? Habla, Mary.

Mi abuela nos miró a todos: abrió y cerró la boca varias veces como si fuese un pez, negó con la cabeza.

-¿Alguno de ustedes quiere preguntar algo? -preguntó mi abuelo, Gaeil y yo nos miramos. ¿Quién de los dos iba a hablar primero? Permití que mi hermano mayor tomara la iniciativa, seguramente él tenía muchas cosas que preguntar que yo.

Corazón de Melón con Chocolate (libro #3)Where stories live. Discover now