Día 28. Furry

Začít od začátku
                                    

Pero su tierna mente inocente no concebía que tuviese que matar para vivir. 

Y le dolía en el alma que su hermano pensase así. No cabía duda que de no ser por la presencia constante de sus hermanos y suya, su pequeño lobito habría sido fácilmente devorado por los salvajes hace ya varios años. 

—Si, padre...— Murmuró en contestación el mayor, cabizbajo y avergonzado divisó el fornido e imponente cuerpo de su padre llevar en brazos a su hermano para seguido retirarse del salón con él. La furia incrementó y Fred no pudo evitar despedazar con sus garras todo lo que estuviese a su alcance. Las finas cortinas de seda y lino, los pisos y parte del mobiliario acabaron con notables rasgaduras, cortes y destrozos que luego las nodrizas se harían cargo de arreglar. De mala gana, pero lo harían. 

En el trayecto fuera del gran salón y hacia sus aposentos, el lobo azabache se topó con su hermanastro mayor Gold, quien apaciblemente leía un libro del famoso escritor Voltaire en la biblioteca. Fred sin tanto revuelo decidió adentrarse al gran espacio cubierto de repisas repletas de libros y pergaminos antiguos. Su hermano mayor, al notar su presencia, sonrió levemente mostrando una conducta totalmente opuesta a la que solía cargarse. Digo, hablando objetivamente.

—Fred. Qué agradable e inaudita sorpresa— Murmuró suavemente su mayor mientras cerraba el libro tras colocar la cinta que marcaba su pausa —¿Qué ocurre? ¿Porqué esa mueca?

—He arruinado todo...— Murmuró el menor de los dos mientras tomaba asiento junto a su hermano.

—¿Otra vez?— Susurró el rubio cenizo con una burlona sonrisa. El menor no se lo tomó a bien. —Vale. Perdona. ¿Has pensado en decirle?

—No tengo el valor...— Cabizbajo jugueteó con sus dedos. Nervioso, ansioso, irremediablemente acongojado. —¿Y si Freddy me odia?

—Hermano, Freddy sería incapaz de odiar a nadie. Digo, tan sólo míralo. Es un ángel en el cuerpo de un joven, inexperto y débil licántropo antropomorfo. Si fuese a odiarte créeme, lo haría desde que lo trajeron a vivir con nosotros hace nueve años.

—Qué gran ayuda, Gold.— Murmuró el lobo de azabache cabellera sarcásticamente mientras jugaba con sus dedos, al tiempo que se ponía en pie para abandonar el lugar —Iré a despejarme a mi alcoba. Te veo en la cena.—

—¡No te escapes al establo con King otra vez o padre te arrojará a los cocodrilos!— Fred hizo solo un gesto con su mano, intentando ignorarle. El lobo mayor soltó un gruñido y formó una sonrisa retorcida —Un día dejarás de ser tan caprichoso, hermanito. Y comenzarás a actuar como el príncipe que debes ser.— Murmuró y retomó su lectura.

El silencioso camino a la alcoba fue tortuoso para el de blanco pelaje. Sus pensamientos consumían gran parte de su energía, lo que provocaba que sintiese una fatiga peor que la de cualquier Grigori desdichado. 

Sus pisadas resonaban con un eco en el gran pasillo, los preciosos ventanales le daban una esplendorosa pero melancólica vista de la ciudad que fue su hogar antes de ser enviado al castillo, contra su voluntad más encima. Él no era de caminatas ni paseos por el bosque. Pero ayudaban a que reorganizara sus ideas. Y esta vez lo necesitaba. 

Los cuatro cuartos estaban en la misma dirección, así que sin esperar tanto se dirigió hasta allí, pero antes de poder siquiera mover el pomo de la puerta que daba a sus aposentos, un curioso pero familiar sonido le distrajo. Los gemidos que se escuchaban eran suaves pero resonaban en el gran corredor. 

Fred por un momento sintió asco, ¿Golden estaría de nuevo teniendo sueños eróticos? Pero tras analizar el timbre de voz, su pelaje se erizó. Esa voz era demasiado dulce, demasiado armoniosa para ser de su revoltoso y casi inútil hermanastro. Era Freddy.

30 Days of OTP |Frededdy|Kde žijí příběhy. Začni objevovat