Capítulo 23: Donde el camino empieza.

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En la soledad de la mansión un constante sonido a golpes rítmicos venían desde la alcoba mayor y gracias a la luz tenue de la lámpara se vislumbraban las sombras de aquellos dos cuerpos formando uno solo, los gemidos femeninos retumbaban en cada esquina de la habitación mientras la joven clavaba sus uñas en la espalda del chico sobre ella quien embestía cual toro embravecido; la amaba y era dulce con ella pero veces como está simplemente no podía ocultar su verdadero instinto bestial y le hacía el amor con fiereza, sin embargo ella no se oponía pues estaba perdidamente enamorada de él y de su forma de ser, no le importaba nada más.

Las marcas de sus uñas le dejaron finas líneas rojas a lo largo de la piel pero éstas sanaban con rapidez al tratarse de un ser inmortal como él.

Y de un momento a otro, cuando ya no aguantaba más la joven llegó al clímax, su espalda se arqueó hacia mientras dejaba ir aún suspiro más parecido a un gemido cargado de placer.
Su cuerpo se contrajo desde sus adentros y oyó como a su pareja le encantó dicha acción al momento de embestir unas dos veces más contra su cuerpo para después, al fin correrse, y descansar sobre su pecho.

Reinó el silencio por un largo rato donde ambos solo oían la respiración del otro y sus descarrilados corazones que lentamente volvían a su latido normal.

-Te amo -dijo él abrazándola por la cintura con la mano izquierda y en la derecha enredaba entre sus dedos una mecha castaña de la cabellera de su chica, a su vez ella le acariciaba la frente con suaves movimiento.

-Y yo a ti.

Para la hermosa mujer esperar a que su corazón latiera con normalidad sería imposible pues cuando él levantó la cabeza y la miró con aquellos encantadores ojos celestes grisáceos, en su pecho se pudo oír el golpe acelerado de su pulso.

-¿Ah sí?

La chica de tez blanca y ojos grises asintió con una dulce sonrisa.

-¿Dudas de mí, Evan?

El híbrido negó y se acercó a besarla con cariño.

Alguna vez pudo haber dudado, eso es cierto, puesto que sabía que ella no lo había elegido a él por amor puro sino por conveniencia, sin embargo había sido algo que él aceptó por el hecho de estar realmente enamorado, aún que quizás ella nunca lo quiera como al otro. No obstante sus dudas se fueron desvaneciendo cuando ella dejó a su primer amor en el pasado y comenzó a verlo con esos ojos de amor que nunca creyó obtener.

Ella lo ama, realmente lo hace.

Ya no se trataba de un amor "ligero" o cariño grande, sino amor, puro amor el mismo que él le tenía desde hacía mucho tiempo. Sí, había tenido que esperar mucho por ello, porque entendía que Amy no olvidaría a su ex fácilmente, así que decidió ser paciente y enamorarla paso a paso, eso funcionó y hoy en día ambos se amaban con grandeza y fervor como nadie más ha amado.

Había dejado de ser un amor de alternativa y se volvió un amor fuerte, un verdadero amor.

Aquellos que estaban destinado a odiarse por culpa de la maldición, hoy en día no podían imaginar un mundo sin el otro.

Se amaban, se aman, de verdad.

Amy lo veía con ojos de enamorada y lo tomó con ambas manos por la quijada, adoraba aquel semblante de chico malo que en la intimidad la veía con adoración.

-Tú eres todo para mí -ella murmuró acercándose a besarlo una vez más.

Evan sonrió y dejó un suave beso en el arco de sus senos, otro sobre la clavícula y uno más en su cuello mientras la oía suspirar de anhelo y gozo. Le deslizó ambas manos desde la cintura, degustando la suavidad de su piel desnuda hasta sus caderas; estando aún en medio de sus piernas y apretó entre sus fuertes manos los muslos de la joven.

Aiden.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora