𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 ²⁷𝐴𝑐𝑒𝑐𝒉𝑎𝑑𝑜𝑠

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Dios nos envía el alimento, el Demonio a los cocineros. 

Thomas Deloney 

Esos días habían pasado extremadamente rápido, todos preocupados por buscar los ojos, por simplemente saciar esa sed de curiosidad que en todos habitaba

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Esos días habían pasado extremadamente rápido, todos preocupados por buscar los ojos, por simplemente saciar esa sed de curiosidad que en todos habitaba. Lizzie estaba más calmada, gracias a la ayuda de sus amigos y su novio.

Sin tener resultados positivos buscaron por cielo mar y tierra otro par de ojos, pero estos bien parecían estar demasiado bien escondidos. No había dónde empezar, ni una sola pista por la cual seguir.

No tenían ninguno indicio alguno que los llevase a ese paradero.

En cambio, el ambiente en el Internado Ainger había cambiado, ligeramente. Tanto que solo los adolescentes más atentos habían notado, los profesores se comportaba de manera extraña, más monótona de lo que estos mismos acostumbraban.

A modo que parecía que estaban siguiendo al pie de la letra un libreto, como si le estuvieran vigilando por las cámaras en vez de los mismos adolescentes; no eran ellos.

Pero nadie decía nada.

No era bien visto preguntar, nadie sabía o se daba cuenta de lo que estaba pasando.

¿Por qué el cambio repentino?

Los veían, estaban buscando alguna señal rara en algún alumno, de tal manera que tuvieran una sospecha de quién era la persona o adolescentes que estaban siendo parte de esta búsqueda por la justicia. Quienes eran parte de este juego que cada vez se volvía más macabro.

Y ellos no lo decían.

Pero, aunque sus órdenes hubieran sido buscar a toda costa a los entrometidos. Deseaban con todas sus fuerzas que estos lograron lo que ellos jamás pudieron, que se salvarán a toda costa, y que pese a todo siguieran.

Pero el peligro era tanto que solo un mal movimiento haría que todos cayeran. Porque no les importaba, a ninguno de ellos les importaba sacrificar a un peón por el bien de su reino, por el bien de su ansiado secreto.

No podía ser revelado, y todo quien sabía la verdad, entendía que solo una palabra mal dicha soltada por su boca; Los haría morir.

¿Quiénes eran ellos?¿quiénes fueron los sacrificios de esta época?

Como solían decir, cada treinta años cosas tienden a repetirse. La maldad a volver a nacer y el bien a balancearse sobre un fino hilo. Eso se cuenta hasta en las viejas historias, el número treinta es donde el destino se vuelve un delgado cristal; fácil de romper.

Donde el destino es capaz de cambiar o repetirse.

¿Ellos qué camino recorrerán? ¿Irán hacia la luz o hacia su final?

𝐈𝐧𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐝𝐨 𝐀𝐢𝐠𝐧𝐞𝐫 ▪︎ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora