34. NO ES UN DIOS

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La felicidad recorría todo su cuerpo. Cerró sus blancos ojos y tomó un largo respiró. Aun no podía creerlo, no podía creer que estaba libre. Sus brazos bajaron, abrió los ojos y busco con ellos al responsable que lo había liberado.

Sus ojos se clavaron en una figura que se encontraba a varios metros, entre sus arrugadas manos sostenía un Cristal Enérgico, se aferraba a él con todas sus fuerzas, y no parecía estar dispuesto a soltarlo. Una sonrisa se dibujó en el rostro del andrajoso hombre, no tuvo que pensarlo demasiado, solo le basto con unir los puntos para entender lo que estaba sucediendo.

Avanzo hacia delante, bajo de aquella extraña línea formada por las antiguas y caídas figuras Moái, se deslizo por el uniforme terreno, y no hizo ni un solo gesto al pisar las rocas puntiagudas. Se detuvo justo al frente del anciano y deplorable Abayomi.

—Mi señor... —murmuró por lo bajo, levantó la vista para admirar a aquel sucio hombre, cuando le dirigió la mirada, Abayomi no se sintió digno de tal hecho e inclino su cabeza directo al suelo.

—¿Has sido tú quien me ha liberado? —preguntó un tanto decepcionado por el aspecto de su salvador.

—Si mi señor, he seguido las enseñanzas de su hijo —una sonrisa asomo por el rostro del hombre andrajoso.

—Así que el bastardo ha sobrevivido. Ya decía yo que en algún momento me seria de utilidad —agregó con sarcasmo. Esas palabras no le gustaron a Abayomi, aunque solo por esa vez, solo de por quién se trataba, iba dejar pasar los insultos hacia su maestro.

El hombre se acuclillo, dejando que su andrajosa barba llegara hasta el suelo.

—Puedo sentir como la energía natural corre por tú cuerpo —sus ojos se dirigieron hacia donde se encontraban Splotch y Lux—. También puedo sentirlo en aquel lugar. Pero debo esforzarme para percibirlo. ¡Hey!

El extraño desalineado estiró la diestra y cogió por el arrugado rostro a Abayomi, le hizo levantar el rostro para que le mirara fijamente.

—Me gusta tú vestimenta —sentenció mirando el atuendo que lucia Abayomi—. Ponte en pie.

—Mi señor... —tartamudeó un indeciso Abayomi, no estaba seguro de poder levantarse.

—¡Mi señor! —se burló aquel sujeto con una voz chillona. Sujetándolo por el rostro le obligo a levantarse.

—¡Ah! —gritó Abayomi al sentir como el dolor se extendía por todo su cuerpo, y como sus manos quemadas eran separadas del Cristal Enérgico.

—¡Eso se ve horrible! —sentenció asqueado al ver en carne viva las manos de Abayomi.

—¿Usted podría curármelas, mi señor? —suplicó Abayomi, al ver como la sonrisa se esfuma del rostro del enigmático hombre, Abayomi se sintió tan avergonzado que acabo bajando su mirada.

—Me has liberado, es lo menos que puedo hacer por ti —anunció con voz paternal—. Levanta las manos.

Abayomi miró con infinita devoción al extraño andrajoso, levanto ambas palmas, aquel sujeto levanto la diestra la cual pasó por encima de las quemadas manos de Abayomi, a su paso la carne se fue extendiendo hasta curar las horribles quemaduras.

Abayomi levanto las manos, su piel era tan rosada como la de un recién nacido, se dejó caer en una rodilla, y tomó la mano del andrajoso hombre.

—Muchas gracias mi señor, muchas gracias —sus labios descendieron besando la mano de aquel desconocido, quien la acabo apartando un tanto asqueado.

—Repugnante —exclamó alejándose un paso—. ¡Ponte en pie!

Su voz resonó con tal tono, que Abayomi obedeció aunque el dolor le impidiera hacer otra cosa que quedarse inmóvil. El andrajoso hombre asintió satisfecho, sus blancos ojos miraron de arriba abajo la vestimenta de Abayomi.

Choque de Maestros (Crónicas de un Inesperado Héroe II)Where stories live. Discover now