14. DOBLES ROSTROS

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Observó fijamente su reflejo en el espejo. Mientras movía el cepillo de dientes, consiguió percatarse como sus facciones cambiaban dependiendo de a donde dirigía su cepillo.

Termino escupiendo en el lavabo, cogió el vaso con agua y bebió, se enjuago sin dejar de mirar su reflejo. Sus mejillas se inflaron, y sus labios se movían de un lado a otro, haciendo que varias arrugas aparecieran en su frente obligándolo a entrecerrar sus ojos.

Escupió el agua, cogió la toalla y se secó. Observó su reflejo y por un momento no se reconoció. Era tan diferente al que manipulaba el cepillo, y aún más al que se enjuagaba la boca.

No había conseguido dormir hasta ya muy entrada la noche. Su mente aún estaba divagando con las palabras de Markne, su decisión de abandonar a Janet, y tratando de comprender como no mostrar sus emociones a los demás.

Estuvo tentado a levantarse a mitad de la noche e ir a la Biblioteca. Pero entonces se cuestionó si esta permanecería abierta durante la noche. Sabiendo que era una idea estúpida, continúo dando vueltas en la cama, hasta que consiguió hacer desaparecer sus pensamientos y conseguir reparar las fuerzas perdidas.

Había vuelto a soñar a Janet alejándose con la mujer de blanco. Lo que le pareció extraño, era que ahora no los separaba una horda de seres quemados y hambrientos de carne humana. Sino un lago con un agua tan oscura que era posible ver el reflejo de la luna y varias estrellas.

El rostro de la pelirroja se le grabo como fuego ardiente en su mente. Su piel se tornó blanca como la leche cortada. Sus ojos eran de un rojo brillante y lloraba lágrimas de sangre. Su vestimenta era un simple vestido blanco.

Cuando la mujer de blanco le toco el hombro, una mancha de sangre se expandió por el pecho de Janet, hasta tal punto que comenzaron a caer gotas de sangre al suelo.

Oliver grito hasta desgarrarse la garganta. Pero ella no podía oírlo, solo le observaba con aquella mirada apagada, triste, vacía. Preocupado se lanzó al agua negra, pronto extrañas criaturas se enrollaron entorno a sus brazos, piernas y abdomen. Parecían estar drenándole la sangre, aquello no le importó, lo único que quería era estar cerca de la pelirroja.

Cuando logró cruzar el lago, estaba tan débil que sus brazos y piernas parecían débiles juncos. Sus delgadas piernas no pudieron sostenerlo y cayó al suelo. Levantó una de sus manos buscando la de Janet, y le pareció ver un atisbo de una sonrisa.

La mujer de blanco la cogió por el hombro y le hizo girar. Janet no parecía querer irse con aquel espectro salido de sus peores pesadillas. Gritó, pataleó, pero nada se podía escuchar, solo el rumor de los arboles al moverse, mientras ella con lágrimas de sangre estiraba una mano buscando coger la del débil Oliver.

Negó con un movimiento de cabeza. La pelirroja se encontraba bien, ahora él ya no estaba presente en su vida o pensamientos, estaba a salvo de su cruel mundo.

El solo imaginársela tomada de la mano de otro hombre le provoco un extraño dolor de pecho, y su saliva se tornó amarga sin razón aparente.

Decidió elegir una vestimenta casual y sencilla. Optó por una playera negra de mangas largas, unos jeans gris oscuro, a juego con unas zapatillas deportivas blancas. Intentó peinar su alborotado cabello sin mucho éxito, y comprendió que ya era momento de un corte. Decidió que lo haría en la siguiente misión en la que se viera involucrado.

Formó una sonrisa irónica, puesto su reciente misión no había terminado como a él le hubiera gustado, y posiblemente pasarían varios meses antes de enviarlo de nuevo a la superficie.

Sin nada que lo retuviera allí, abandonó su habitación. Tránsito por los alborotados pasillos donde chicos de diferentes edades caminaban con gran velocidad, y cuchicheaban con los libros abiertos.

Choque de Maestros (Crónicas de un Inesperado Héroe II)Where stories live. Discover now