15. EL FUEGO DEL CAMBIO

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Apretujados e incómodos entraron al ascensor. Oliver pronto se percató de la tensión que se había ceñido en el ambiente, y solo por unos momentos se olvidaron de porque llevaban prisa, en lo único en lo que podían pensar, era en salir de ese ascensor.

Y como si sus suplicas hubieran sido escuchadas, las puertas del ascensor se abrieron, y todos en el interior agradecieron el poder salir.

No tuvieron tiempo de gozar lo sucedido, tan pronto salieron del ascensor, comprendieron que algo no andaba bien. Una vitrina se abrió de pronto y de ella surgió Andrew.

—¡Ha vestirse, ahora! —ordenó con un potente grito.

No supieron que había sucedido, pero pronto se descubrieron corriendo a sus vitrinas, abriéndolas con la ayuda de sus anillos y entrando con rapidez. Oliver se desvistió en tiempo récord, desnudo a su maniquí y ni siquiera pensó en ordenar su ropa. En cuanto termino de vestirse, abandonó la vitrina, al igual que sus compañeros.

—¡¿Quieres explicar que mierda está sucediendo?! —gruñó Stan. Andrew le ignoro de manera olímpica y se dirigió a la puerta con el grabado de un águila. La abrió y comenzó a caminar por el túnel, los demás le siguieron.

Entraron a la zona de despegue, la compuerta de la Falco Peregrinus se abrió permitiéndoles el acceso.

—¡Maldición Andrew! —Explotó una desesperada Allison— ¿Te dignaras en explicarnos qué demonios ha sucedido?

Andrew detuvo sus pasos y colocó ambas manos sobre los respaldos de los asientos. Suspiró con más fuerza de la necesaria, a la ve que giraba para observar a sus confundidos compañeros. Estaba al tanto de que no contaba con mucho tiempo, así que no podía perderlo en estúpidas discusiones.

—Hace cuestión de minutos se ha reportado que varios hombres armados entraron al British Museum de Londres —explicó sin hacer pausas—. Tomaron como rehenes a varios de los visitantes, y la policía les tiene rodeado...

—¿Hombres armados? ¿Rehenes? ¿Policías? Estoy casi seguro de que los héroes de Inglaterra podrían hacerse cargo de la situación —aportó Stan, aun sin comprender porque estaban moviéndose tan rápido.

—Tienes razón —concedió con amargura Andrew—. Pero no solo se les ha visto a hombres armados entrar, sino que también...

—El extraño calvo —interrumpió Jay comprendiendo lo que estaba sucediendo.

—Correcto —continuó Andrew—. Y por si no lo recuerdan, ese desconocido es nuestra responsabilidad, tenemos asuntos pendientes con él.

Desafío con la mirada a todos sus compañeros, pero ahora que conocían de que se trataba, también se sintieron obligados a intervenir.

—Bien —dijo Andrew al notar que nadie reprendía su decisión—. Es mejor que tomen asiento, iremos a la máxima potencia.

Giró sobre sus pies y pronto se perdió tras la puerta del piloto. La compuerta se cerró y la Falco Peregrinus se encendió. Entonces entendieron que Andrew no estaba bromeando, así que todos corrieron hasta coger un asiento y ponerse el cinturón de seguridad.

Oliver apenas lo había logrado, cuando la turbulencia comenzó. Pasaron unos segundos agitándose dentro de la nave, hasta que de pronto esa sensación desapareció, por lo que solo pudo pensar que ya se encontraban en marcha.

Tuvieron que pasar varios minutos para recuperar la calma y comenzar a pensar en lo que se les venía por delante. Oliver desvió la mirada hacia un lado, encontrándose con el rostro golpeado de Jay.

Choque de Maestros (Crónicas de un Inesperado Héroe II)Onde histórias criam vida. Descubra agora