17. VOCES SILENCIOSAS

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Se levantó siendo acompañado de un grito, el cual salía de sus propios labios. Jadeaba y un exceso de sudor cubría su cuerpo. De nuevo había soñado con la mujer de blanco llevándose a la fuerza a Janet.

Pero al despertarse comprendió que algo era diferente. Un dolor en su pecho se había encendido y no parecía estar dispuesto a abandonarlo. Por alguna razón que desconocida sus manos le temblaban, al tiempo que su vista iba fijarse al ordenador, donde al verlo sintió unas enormes ganar por revisar sus correos.

Impulsado por ello, se puso en pie de un brinco y encendió su ordenador, entró a su correo y nada, nadie le había mandado un mensaje, el último había sido enviado por Janet.

‹‹Imbécil. ¿Quién querría escribirte un correo? La única persona interesada, le has roto el corazón››, se cubrió el rostro con las manos. No entendía que estaba sucediendo.

No tardo en asociarlo a la carga de estrés que cargaba por todos los problemas que estaba pasando la Nación.

Así que decidió darse un baño para despejar la mente. Para su sorpresa el agua le resulto tan fría como si hubiera entrado al congelado mar de Alaska. Entre jadeos abandonó la ducha y se vistió con una bata negra, que para su sorpresa le resulto demasiado incomoda.

Incomodo se vistió y arreglo. Había algo en aquella habitación que lo estaba atosigando. Caminó hasta la puerta, la abrió y abandonó su habitación. Se alejó de allí con zancadas rápidas.

No entendía que sucedía con él, así que decidió concentrarse en las órdenes de su líder Andrew. Entró al despacho, justo para ver como Jay y Allison bajaban con ayuda del ascensor.

Debido a ello tuvo que esperar en silencio. Solo habían pasado algunos segundos, cuando aquella habitación también comenzó a atosigarlo. El ascensor se desocupo y pronto lo llamó. Las puertas se abrieron, y entró.

El descenso inició y un olor a huevos podridos embargo sus fosas nasales. Era un hedor insoportable. Agradeció a los dioses cuando las puertas se abrieron dejándole huir de tan horrible situación.

Desconcertado por todo lo que le estaba sucediendo aquella mañana, no dejo de observar el ascensor, por si alguien llegaba a detectaba el horrible hedor.

—Tomen asiento —pidió Andrew.

Oliver se giró y le sorprendió que sus compañeros tomaran asientos de una manera despreocupada, como si no fueran consientes del hedor que escapaba del ascensor.

—¿Tienes algo que decir, Oliver? —preguntó su líder. Oliver se limitó a negar con un movimiento de cabeza apresurándose a tomar asiento—. Bien. Charles y yo hemos estado trabajado en buscar información de los sujetos del museo. Nos tomó más de lo esperado, pero conseguimos información muy valiosa.

Andrew se detuvo y observó a sus compañeros, esperando que alguno hiciera alguna pregunta, como nadie lo hizo, decidió continuar.

—Frente a ustedes se encuentran unas carpetas con la información recolectada —Oliver dirigió una mirada a la carpeta de un color amarillo opaco y con el águila negra grabada. Estiró la mano y la cogió, era relativamente pesada—. ¿Les parece bien que la revisemos juntos?

Todos se observaron y se limitaron a asentir con un movimiento de cabeza. Andrew lo interpreto como una buena señal, tomo su carpeta y la abrió, los demás lo consideraron como una orden y también abrieron sus carpetas.

El primer documento tenía adjunta una fotografía, en ella aparecía una chica de cabello rubio, ojos grandes y de un verde claro, además de unos rojos labios que formaban una tierna sonrisa.

Choque de Maestros (Crónicas de un Inesperado Héroe II)Where stories live. Discover now