23. ABOMINACIONES

67 10 0
                                    

Le resultó imposible el retenerlo en su interior, así que despego los labios por donde permitió que un prolongado alarido saliera al tiempo que comenzaba abrir lentamente los ojos. Un extraño dolor se extendió por toda su cabeza, busco levantar su mano para así aliviar aquella molestia, para su desgracia algo que no sabía que se lo impidió. Decidió no alertarse y opto por usar su mano izquierda, pero para su confusión, tampoco le fue posible moverla.

Sin entender que estaba sucediendo, Oliver decidió abrir sus ojos. Todo a su alrededor parecía estar difuminado, movió su dolorida cabeza a un lado, gracias a ello las cosas comenzaron a volverse más nítidas. Por alguna razón que desconocía, se sentía tranquilo y relajado, aunque no supiera que estaba sucediendo.

‹‹Algo no está bien››, pensó al pensar un poco más en la situación que se encontraba. Sabía en su interior que debería encontrarse sumamente alarmado, para su sorpresa, no era así, sino todo lo contrario.

El rechinar de una bisagra le hizo sentirse en alerta, aunque su cuerpo continuó relajado. El pequeño chirrido de la puerta al ser abierta, fue lo que acabo haciendo que moviera su atención hacía allí, un Andrew con semblante serio entró en la habitación. Se deslizo por ella en completo silencio, se detuvo a unos cuantos metros donde se cruzó de brazos.

—¿Qué está sucediendo? —consiguió preguntar porque extrañamente la lengua le hormigueaba, algo que ciertamente le molestaba. Andrew no respondió, se mantuvo inmóvil, silencioso, tan solo se limitó a observarle con aquella mirada acusadora. Y como si aquello funcionara como un catalizador, a su mente volvió aquel puño volando hasta impactarse en su rostro, de manera borrosa, recordaba haber visto un destello blanco—. ¿Qué me han hecho?

Aunque el repentino golpe de Andrew debería molestarlo, por alguna razón no sentía nada de ello. Sus músculos estaban relajados, y su percepción de la realidad era un poco confusa.

—¿Por qué lo hiciste? —el tono acusador empleado por Andrew, le decía a Oliver que algo no iba bien.

Por más que intentaba recordar, lo único que volvía a su mente, era a Janet gritándole, para segundos después desvanecerse en el suelo.

—¿Cómo esta ella? —preguntó de inmediato. La sonrisa que aleteo por el rostro de su líder le hizo comprender que no comprendía semejante insolencia al preguntar aquello.

—No hables como si te importara —aquello fue lo que termino de convencerlo, algo había sucedido y él no tenía ni la menor idea de lo que se le estaba acusando.

Buscando huir a la mirada acusadora de su líder, giró el rostro hacia el otro lado, y entonces lo vio, se trataba de un atril para suero, de él colgaba una bolsa trasparente con un líquido cristalino, una pequeña manguera salía de la bolsa, Oliver la siguió con la mirada hasta ver que terminaba en una aguja que tenía clavada en el brazo.

Mas confundido que nunca, volvió la vista a la acusadora de su líder.

—¿Por qué me hacen esto? —exclamó desconcertado. Se percató de como Andrew apretaba con tal fuerza los dientes, que amenazaban con romperse los unos con los otros.

La puerta de nuevo se abrió. Una alta figura ataviada en un elegante traje azul y una ondeante capa escarlata irrumpió en la habitación. Los poderosos ojos de Deus se dirigieron a su persona, donde consiguió ver un pequeño destello de vergüenza, algo que le hizo entender que él no se encontraba muy de acuerdo con lo que le estaban haciendo. Su mirada se volvió recia, y le dirigió contra Andrew, quien no le rehuyó.

—¿Lo han drogado? —masculló entre dientes, soportando la furia desmedida que crecía en su interior.

—Es una única manera de que no pueda usar sus habilidades —aquella forma de explicarlo tan seria y fría no le agrado para nada.

Choque de Maestros (Crónicas de un Inesperado Héroe II)Onde histórias criam vida. Descubra agora