28. VOCES SOÑADORAS

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Stan se deslizo en silencio, a la vez que se adentraba en la zona de despegue, la Falco Rusticolus ya le esperaba. Ascendió por la escalera que descendió a su encuentro, entró a la cabina del piloto y tomo asiento. El cinturón se ciñó con fuerza, eso no le gustaba, siempre sentía que se ceñía con más fuerza de la necesaria.

Aun así evito que ese enojo se reflejara en su rostro. Deposito a un lado su espada Anjonu. Estiró ambas manos comenzando a manipular los diferentes controles, encender los diversos mandos, todo lo hacía como si se tratara de una maquina siguiendo una aburrida rutina, mientras lo hacía, recordaba cómo había llegado hasta allí...

Se levantó dejando escapar un rugido, gracias a las paredes anti-sonidos el grito se perdido en la habitación. Estaba consciente de que se encontraba en un lugar donde a la gente le gustaba descansar, así que escuchar un feroz grito no era del agrado de los demás. A sabiendas de ello, había pedido a Charles que modificara sus paredes, volviendo su habitación un lugar de donde no podían escapar los sonidos.

Su marcado vientre subía y bajaba intentando recuperar el aliento. Había vuelto a tener la pesadilla.

‹‹¿Acaso nunca terminara?››, recordó haber preguntado cuando Deus lo incito a hablar sobre lo que soñaba.

‹‹No hay una manera de saberlo —determinó Deus después de haberlo escuchado atentamente. Al final dejo salir un profundo suspiro al tiempo que se ponía en pie, caminó deteniéndose a un lado, donde le deposito aquella manaza sobre el hombro—. Lo único que comprendo es que te hace daño. Y eso sucede porque aún no te perdonas. Cuando consigas perdonarte por todo lo sucedido, en ese preciso momento las pesadillas se irán››.

Giró el rostro a ambos lados. Sus brazos estaban abiertos a cada lado, sus puños se cerraban con tal fuerza que sus nudillos se estaban tornando blancos. Las venas de sus brazos se remarcaban, al igual que las cientos de cicatrices que adornaban todo su cuerpo. Si se lo preguntaran, Stan podría explicar cómo, cuándo y en qué momento se había realizado cada una de sus cicatrices.

Un gota trasparente recorrió su nariz, quedo tendida de la punta, hasta que se precipito al vacío, y adorno como un lunar la sábana blanca, después de esa le siguieron más gotas de sudor. Hasta ese momento se percató de que estaba apretando los dientes con tal fuerza, que estos amenazaban con romperse los unos con los otros.

Y de pronto, la puerta de su habitación se abrió. Sus ojos inyectados en sangre se dirigieron a ese lugar a toda velocidad, y se encontró con unos comprensivos ojos azules.

A Andrew le basto con una simple mirada para comprender que estaba sucediendo.

—Eres tú —masculló enfadado.

—¿Acaso esperabas a alguien más? —interrogó con palpable curiosidad. Aunque detestaba que lo sorprendieran de aquella manera, realmente se sentía agradecido de que alguien lo arrancara de sus recuerdos.

Aquello bien que valió aquel suspiro que escapo desde lo más profundo de su ser, sus puños se abrieron, y sus cicatrices volvieron a quedar renegadas a un segundo plano en su marcado cuerpo. Despacio movió los brazos, hasta juntarlos en su lecho.

—¿A qué has venido? —Levanto el rostro, Andrew se mostró un poco ofendido, aquello sí que le pareció gracioso, así que se permitió una media sonrisa—. Ambos sabemos que no has venido para ver si estoy bien. ¿Qué es tan importante para que vinieras en persona?

Andrew negó con un movimiento de cabeza, y se llevó una mano a su blanco cabello, buscando la manera más indicada de decirlo. Suspiró al descubrir que no había una manera de decir lo que quería decir. Lo que le llevo a comprender que solo estaba perdiendo valioso tiempo.

Choque de Maestros (Crónicas de un Inesperado Héroe II)Where stories live. Discover now