29 | Volver a casa.

Start from the beginning
                                    

—A mí no me da miedo. —Es lo único que contesto; aunque, para mis adentros, añado que, al menos, ya no. Porque las cosas han cambiado y ahora me odio por haberle dado tanto poder sobre mí en el pasado. Me he cansado de dejar que me intimide. Durante estos últimos meses, he ido recuperando toda la seguridad que él me arrebató; y esta mañana, cuando le he hecho frente, me he sentido poderosa.

No obstante, sé que el mérito no ha sido solo mío.

—De todas formas, es a Noah a quien deberías darle las gracias. Fue él quien pudo con Matthew. No yo.

Me duele pronunciar esas palabras. Al final, yo tenía razón: Noah siempre ha sido más fuerte que su primo. Solo le hacía falta creérselo. Es más inteligente que él y sabe manejarlo bien. Por eso no le ha hecho falta utilizar la fuerza bruta para lograr que se achante.

Pienso en las palabras que le habría dicho esta mañana, de no ser por el orgullo.

«Te lo dije. Te dije que podrías».

Están temblándome las manos. Como no quiero que Jason lo note, desvío la mirada y me apresuro a coger otro algodón. Lo empapo de alcohol antes de ponérselo sobre la mejilla. Mientras tanto, él no deja de observarme.

—Tiene que ser fuerte —añado, para disimular—. Lo que Noah sabe. Matthew no se habría echado atrás si no tuviera miedo de verdad.

—Lo es, créeme.

Pestañeo, sorprendida, y frunzo el ceño. No me esperaba esa respuesta.

—Tú lo sabes —adivino. Jason asiente con la cabeza.

—Matthew se pincha esteroides. Noah lo descubrió hace un par de semanas.

—Tienes que estar de coña.

Debo de poner una cara de incredulidad muy graciosa, porque mi hermanastro suelta una risa suave, que acaba transformándose en una mueca porque le duele hasta respirar.

Entre tanto, mi cerebro hila los hechos a toda velocidad. Cuando me enteré de quién era el capitán del equipo de fútbol, no pude sorprenderme más. Matthew nunca había destacado en los deportes. Al menos, no a ese nivel. Supongo que esto explica cómo llegó a ocupar el puesto.

—Si la gente en el instituto se enterase, lo perdería todo —me explica Jason—: su puesto en el equipo, la beca que van a concederle y, lo más importante de todo: su reputación. Imagina qué pensarían todos si se enterasen de cómo ha conseguido llegar hasta donde está.

—Noah podría destrozarlo —atisbo. Durante un segundo, incluso creo que la idea me gusta. Podríamos devolverle a Matthew todo el daño que nos ha hecho, pero multiplicado por diez. Sería como mi propia venganza personal. Sin embargo, si hay algo que sé de Noah, es que no es una mala persona. Al contrario—. Estaba marcándose un farol —asumo, más que convencida—. Noah no es de esa manera. No sería capaz de hacer algo así.

—Nos basta con que Matthew crea que sí —repone, encogiéndose de hombros. Acto seguido, como tengo que volver a cambiar de algodón, se toma la libertad de recostarse sobre el respaldo del retrete—. De todas formas, ¿por qué crees que están viviendo juntos? La madre de Matthew descubrió lo que ocurría y discutieron.

Me muerdo el interior de la mejilla. La verdad es que nunca me lo había preguntado.

—No debe de ser muy agradable descubrir que tu hijo se pincha esteroides.

—No es solo eso —discrepa Jason—. Imagina pasarte nueve meses llevando a un crio en tu útero para que luego, al parirlo, te salga un Matthew. Yo le habría puesto al hospital una hoja de reclamaciones.

Mi conquista tiene una lista | EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now