26 | Música, maestro.

165K 15.3K 13.7K
                                    

26 | Música, maestro.


Llegamos a nuestro barrio allá sobre las siete y media de la tarde. Estamos a mediados de noviembre, por lo que a estas horas ya ha anochecido y las farolas iluminan la calle que lleva a casa de Rose. Estoy a punto de despedirme de Noah, que ha estado hablándome sobre sus problemas con el profesor de historia durante todo el camino, cuando Jason se acerca para pedirme, por primera vez desde que nos conocemos, un favor.

Sigue pensando que ha llegado el momento de enfrentarse a su madre.

Y cree que debe hacerlo solo.

Como no podía ser de otra manera, acepto; porque en el fondo sé que no pinto nada en esa conversación. Jason me da las gracias antes de marcharse. Entonces, pienso en llamar a Wesley, ir a dar un paseo o acercarme a la biblioteca; pero Noah insiste en no dejarme sola y terminamos yendo a su casa.

Así es como he acabado aquí, sentada en el sofá que hay en su sala de estar. Me muerdo las uñas distraídamente mientras observo la pantalla de mi ordenador portátil, que está sobre la mesita de café. Pasan unos segundos hasta que por fin se abre el documento sobre el que he pinchado. De inmediato, una fotografía de Noah ilumina la pantalla.

En ella, sale riéndose y levantando los pulgares. Esbozo una sonrisa. Se nota que se la hizo hace tiempo, pues por aquel entonces tenía el pelo mucho más largo que ahora.

No obstante, mi ánimo tarda poco en decaer; esa fue mi primera aportación al periódico del instituto y, al paso que voy, puede que sea la última.

Suspiro y me dejo caer, rendida, sobre el respaldo del sofá.

Ojalá mis artículos no fueran tan difíciles de escribir.

De pronto, escucho cómo Noah vuelve de la cocina. El tresillo está en medio de la habitación, por lo que puede colocarse detrás de mí sin problemas. Apoya un codo junto a mi cabeza y sorbe un poco de su lata de refresco. Su mirada no tarda mucho en caer sobre la pantalla del portátil.

—¿Qué, admirando mi belleza? —comenta, con cierta burla. Cuando subo la vista, me doy cuenta de que está sonriendo—. La verdad es que creo que estás tomándote todo este rollo de admiradora secreta demasiado en serio. Es un poco turbio que tengas fotos mías en el ordenador, ¿sabes?

Ruedo los ojos, aunque me estoy riendo, y niego con la cabeza. Jamás lo admitiría en voz alta, pero en el fondo me gusta que Noah actúe como si tuviese el ego por los aires. Sobre todo porque sé que en el fondo él no es así.

—En realidad, estaba intentando escribir.

—¿Y ver fotografías mías te ayuda a inspirarte? —continúa, dejándose caer a mi lado en el sofá—. Porque, si es así, creo que deberías saber que tengo muchas que son mejores que esa.

Ahora soy yo la levanta las cejas. Noah está prácticamente encima de mí; y su cercanía, además de ponerme nerviosa, me reconforta. Aprovecho que vuelve a estar pendiente de la imagen para darle un repaso. Definitivamente me gusta más el peinado que lleva ahora, aunque eso no significa que el otro no le favoreciese.

—Pero si sales bien —respondo, y vuelvo a erguirme. Lo escucho bufar a mis espaldas.

—Bueno, es difícil salir mal en una foto teniendo una cara tan perfecta como la mía. Admitámoslo.

Cuando me giro, veo que está señalándose a sí mismo con un dedo. Me muerdo el labio, intentando no reírme, y le empujo el hombro con suavidad; sin embargo, a Noah no se le borra la sonrisa, porque sabe que ha conseguido lo que se proponía. Mi ánimo vuelve a estar por las nubes, aunque sigo un poco preocupada por lo del artículo.

Mi conquista tiene una lista | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora