11 | Me llaman Rabia.

210K 17.5K 15.2K
                                    


11 | Me llaman Furia.

—No me vale.

El señor Miller termina la frase dejando caer mi artículo, impreso en folios a doble cara, sobre la mesa de su despacho. Yo me tomo un segundo para mirar por encima del hombro, queriendo creer que no está dirigiéndose a mí, y trago saliva cuando descubro que estamos solos en la sala.

—Es... interesante —añade, mientras juguetea con su poblado bigote—, pero no lo suficiente. No me vale.

Ahora que sé que está hablando de mi redacción, sus palabras me sientan como una patada en el estómago. Sobre todo después de haberme pasado toda la noche trabajando en ella.

—¿A qué se refiere? —inquiero, con la voz temblorosa.

—Según lo que me ha contado, usted planea escribir una columna anónima en mi periódico. —Tras ponerse de pie, se aleja del escritorio para encaminarse a una de las esquinas del cuarto, en donde hay un globo terráqueo del tamaño de mi cabeza—. El problema, señorita Lee, es que no hay nada en su artículo que me haga entender su interés por conservar el anonimato.

Frunzo el ceño. Supongo que el profesor, aunque no esté del todo equivocado, dice eso porque nunca he llegado a explicarle qué razones tengo para querer algo así.

El año pasado cometí el error de firmar los primeros artículos que publiqué y, en menos de lo que esperaba, mis redes sociales se llenaron de mensajes de gente que se auto consideraba talentosa y prácticamente me exigía que escribiese sobre ellos. No me gustaría que eso volviese a pasar; en esta ocasión, quiero ser yo quien acuda a mis candidatos. No al revés.

Decidida a explicárselo todo, abro la boca y me preparo para soltar un buen discurso, pero el señor Miller todavía no ha terminado de hablar:

—¿Quién es realmente Noah Carter? —me pregunta, mientras hace girar su globo terráqueo con el dedo índice—. ¿Qué opina acerca de los bailes más actuales? ¿Qué es lo más detesta de su hobbie? ¿Se siente acogido en el centro? ¿Sus padres aprueban lo que hace o, por el contrario, le animan a dejarlo y centrarse en sus estudios? Todo el instituto sabe a qué se dedica ese muchacho, desde cuándo y todo el trayecto que ha recorrido. Pero necesitamos más. Quiero una exclusiva; algo que atrape al lector desde el primer momento, que no lo suelte hasta el final del artículo y que lo deje muriéndose de ganas por saber quién será la próxima... víctima. ¿Entiende a lo que me refiero?

No, no lo hago; pero tengo una hipótesis.

—¿Está pidiéndome que arruine su reputación? —pronunciar esas palabras me revuelve el estómago.

Por suerte, el señor Miller niega con la cabeza.

—Estoy pidiéndote algo jugoso —me corrige, apartando la mirada del planeta Tierra para clavarla en mí—. Trate de ser discreta. Puede enfocar su artículo como le venga en gana, pero no publicaré algo que ridiculice a uno de mis alumnos. Tiene que ir más allá de eso.

Pestañeo. No le veo sentido a nada de lo que dice. En mi opinión, la información que conseguí sonsacarle ayer a Noah es más que suficiente; he escrito una redacción corta, atrapante y cautivadora. Puedo llegar a entender que él no vea las cosas de la misma manera, pero no sé a qué se refiere con eso de «querer algo jugoso».

—Pero en mi antiguo instituto... —intento argumentar, mas no me deja terminar la frase.

—En su antiguo instituto, para su buena suerte, yo no dirigía el periódico escolar. —Cruza la habitación para acercarse a mí—- No obstante, aquí lo hago, de modo que, si quiere ganarse esa columna, tendrá que adaptarse a lo que le pido. No tengo nada más que añadir, señorita Lee.

Mi conquista tiene una lista | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora