10 | Tienes un concepto de cita horrible.

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10 | Tienes un concepto de cita horrible.

No se me da bien maquinar cosas. Supongo que por eso todos los planes que ideo, por sencillos que sean e insignificantes que parezcan, acaban en desastre. Debe de ser uno de los efectos secundarios que tiene ser perseguida por la mala suerte. Sin embargo, y quizás esto me convierta en una idiota sin remedio, nunca dejo de intentarlo. Planifico cosas sin parar.

Un ejemplo de esto último es Noah Carter. O, más bien, lo que estoy tramando en contra de Noah Carter.

Como soy más que consciente de mi tendencia a estropearlo todo, decidí estructurar mi «plan» en dos fases concretas. Para describir la primera, escogí el nombre «entrevista» porque considero que se adecua bien a ella, y llamé «huida» a la segunda. Y, aunque suene sucio, aunque parezca rastrero, es exactamente eso lo que pensaba hacer.

Asistiría a mi cita con Noah, le haría la entrevista y conseguiría tanta información como me fuera posible para escribir mi artículo. Después, una vez que él ya hubiese cumplido la suya, yo rompería mi parte del trato. Me ocuparía personalmente de que el chico bailarín no volviese a saber nada de mí jamás.

Desaparecería de su vida, aunque eso significase tener que pasarme los recreos encerrada en el baño del instituto.

Claro que no contaba con algo que suele presentárseme muy a menudo: los inconvenientes.

En concreto, el inconveniente de metro ochenta que me observa desde el otro lado del umbral.

Hace tiempo que Matthew Blackwell dejó de ser de mi agrado, y creo que esa es la razón por la que me siento de esta manera. Pese a que trato de ocultarlo, tengo los nervios a flor de piel. El pánico recorre mis venas y la ansiedad aprieta mis pulmones, como cada vez que él está cerca. Quiero hablar, pero tengo la garganta seca.

Mientras tanto, mi exnovio me mira con una media sonrisa en los labios. Sus ojos oscuros, cuyo color se asemeja al de la tierra húmeda, se agrandan cuando enarca las cejas.

No me gusta esta situación. Al contrario: me aterroriza.

Pero no pienso dejar que lo sepa.

—Abril Lee —pronuncia, saboreando cada una de las sílabas de mi nombre—. Quién lo diría. Ha pasado mucho tiempo.

Está mintiendo, en todos los sentidos. Habla como si no me hubiese visto esta mañana, discutiendo con Noah en el pasillo, y supongo que quiere hacerme creer que ve nuestra ruptura como algo lejano, aunque haya pasado menos de un año.

De nuevo, me veo opacada por sus aires de superioridad. Sus palabras, y todo él en general, hacen que me sienta humillada. Aunque sospecho que se debe a lo incómodo que es todo esto: hace menos de doce meses que le dejé y ahora estoy parada frente a su puerta, siendo incapaz de pronunciar una palabra.

—¿Qué haces aquí? —añade, con cierta sorna. La forma en que me mira, como si creyese que he venido a verle a él, me saca de quicio. Fuerzo mi voz para que salga de dondequiera que estuviese escondida.

—Estoy buscando a Noah.

Matthew sube las cejas todavía más.

—A Noah —repite. Apuesto a que piensa que es mentira.

—¿Está ahí dentro?

Tratando de olvidar lo mucho que me incomoda su cercanía, me inclino para echarle un vistazo al interior de la casa. No obstante, el engendro es más rápido y me cierra la puerta casi del todo, hasta que no puedo ver más que su rostro.

Ahí es cuando me doy cuenta de que las cosas van a empezar a irme mal.

Como el noventa y nueve por ciento de las veces.

Mi conquista tiene una lista | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora