7 | Alevosía hogareña.

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7 | Alevosía hogareña.

Sacar a Matthew Blackwell de mi vida fue como saltar al océano desde lo alto de un precipicio.

Al principio, el impacto te rompe por dentro. Arranca todo el aire que tienes en los pulmones, empiezas a sentir cómo te asfixias, y el frío te congela la sangre de las venas. Te faltan el oxígeno, las ganas, las fuerzas para impulsarte y subir de nuevo a la superficie. Cuando quieres darte cuenta, estás hundiéndote en una masa de agua oscura, donde no ves ninguna salida. Te ahogas, y empiezas a preguntarte si has tomado la decisión correcta.

Te replanteas qué habría pasado de no haber sido por ti y todos tus errores. ¿De verdad fue culpa suya todo lo que pasó, o tú también tienes parte de la responsabilidad? ¿Acaso no se merecía una última oportunidad? Porque, sin él, las cosas son más difíciles. ¿Cómo vas a sobrevivir ahora que no está? ¿Quién va a venir a sacarte del tristeza en la que te estás ahogando?

¿Volverás algún día a probar el aire?

¿Conseguirás llegar a la superficie?

¿Encontrarás a alguien dispuesto a salvarte?

¿O lo harás por ti misma?

Hasta que, de repente, llega un momento en el que tu piel empieza a acostumbrarse a estar en contacto con el agua helada. Tus pulmones entran en un estado de apnea, y te das cuenta de que has tocado fondo solo porque pesas demasiado. Llevas teniendo cadenas de hierro atadas a las piernas, presionando tus muñecas, desde que le amenazaste con saltar la primera vez. Es ese miedo a cómo reaccionará, ese temor a no saber cómo seguir adelante, es lo que ha hecho que te hundas.

Ahora, sin embargo, todo ese peso está empezando a desvanecerse. Las cadenas se rompen, porque tú lo quieres así, y poco a poco vas subiendo a la superficie. Recuperas el aire, te llenas de alivio, y empiezas a sentir que acabas de recuperar las ganas de vivir que él te había quitado.

Entonces, comprendes que has tomado la decisión adecuada. Porque antes vivías en lo alto de un precipicio, totalmente aislada del mundo exterior, tan cerca de sol que podías sentir cómo te quemabas, y ahora vuelves a ser libre.

Comienzas a ser libre.

El resultado es magnífico, pero la caída duele como mil demonios. Por eso creo que tengo tanto miedo a volver a caer en una relación así: en una que me encierre, de nuevo, en lo alto de un precipicio, aprovechando mi miedo a las alturas; una relación con alguien que sabe que nunca llegaré a saltar.

Me pregunto si Noah Carter sentirá algo parecido a eso.

Desde que vi su rostro demacrado esta mañana, no he podido sacarme su nombre de la cabeza. Las ojeras bajo sus ojos, su aspecto desaliñado y la falta de alegría, de vitalidad, que vi en él llevan torturándome desde entonces. Me gustaría decir que no sé por qué me preocupo tanto, pero sospecho que estaría mintiendo. No puedo negar que hay algo en Noah, en su forma de ser y en todo lo que le está pasando, que hace que me sienta identificada con él.

Cuando le miro, casi soy capaz de ver a mi yo de hace un año, cuando todavía sufría por mis incesantes ganas de dejar a Matthew. Cuando tenía miedo de hacerlo, cuando todavía guardaba las esperanzas de que las cosas no fuesen tan malas como yo creía, cuando rezaba por estar exagerando.

Sé que eso es exactamente lo mismo que siente Noah. Después de que me dijera que no se ha atrevido a hablar con su novia aún, tuve una cosa clara, y es que debe a que, en el fondo, todavía pensaba que se trababa de un error. Seguía auto-convenciéndose de que era posible que no fuese ella.

Mi conquista tiene una lista | EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora