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Tony había mantenido perfil bajo los últimos meses con respecto a su hija, no se metía demasiado en su vida y tampoco pasaba tanto tiempo con ella como al principio de vivir juntos. Afortunada o desgraciadamente eso había cambiado después de que la chica hubiera roto con Peter. Se había ocupado tanto en procurar que no le quitaran a su hija que ni siquiera había pasado tiempo con ella.

Ahora la sobreprotegía, como al principio. Vigilaba que Peter ni ningún chico se acercara ella y también trataba de conectar algunos cabos sueltos, empezando por Alan Anderson.

—Ese niño es hermano de mi hija, ¿cierto? —le preguntó Tony a Lucas que parecía sufrir una de sus peores resacas.—Lucas, no me estás escuchando.

—Por desgracia sí lo hago. —contestó Lucas con una voz afónica, casi inaudible.—pero preferiría no hacerlo, se lo aseguro.

Tony rodó los ojos y llenó un vaso con agua caminando hacia el abogado, no para dárselo a beber  sino para tirárselo por encima.

—Amaneces medio ebrio en mi cocina, te bebes uno de mis Whiskys más costosos y encima me dices que no quieres escucharme. Más te vale corregir esos hábitos, no me están gustando nada. —dijo Tony con enfado. Lucas se comportaba como un adolescente más en los últimos días.

Lucas reprimió una risa y buscó en sus bolsillos una caja de cigarrillos, poniendo uno de estos entre sus labios.

—Tiene gracia que me lo digas tú. —encendió este mientras miraba con gracia a Tony.— tu cuerpo tiene más alcohol que una farmacia entera. Y sobre Alan... Sí, ese pequeño traidor es mitad hermano de tu niña.

—Desconfío muchísimo de él, pero desconfiaría muchísimo más si lo envío de nuevo con su familia. —murmuró pensativo.— que se quede de momento, ese niño no me preocupa ahora, ahora lo que me preocupa es Carey. Muy probablemente haya perdido al bebé. ¿Qué hacemos?

—¿Una fiesta? —preguntó Lucas mientras dejaba escapar una risa.

—Murphy, por favor. —exclamó Tony sacudiéndolo por los hombros.— necesito tu ayuda, tómatelo en serio. Y ve a ducharte, apestas a alcohol y a tabaco. Nos iremos al hospital.

—Qué amargura de vida.

—Ve ya.

Y dicho esto, dejó de nuevo al abogado solo, esperando que para cuando se fueran a ir ya tuviese bajo control todas sus facultades.




Caminaban con relativa tranquilidad por los pasillos del hospital. Habían ido Peter Parker, Lucas Murphy, Tony Stark y evidentemente, Carey Stark. Todos en un silencio eterno e incómodo. Peter miraba de reojo a Carey, quería decir algo pero la mirada asesina que le echaba Tony cada vez que la miraba no ayudaba en totalmente nada.

—Si estás aquí es solo porque eres el padre del bebé. No quisiera ponerme violento, Parker, pero de veras que te quiero bien lejos. —dijo Tony tras apartar a Peter de Carey y de Lucas.

—Ya le prometí que no me iba a acercar, déjeme al menos hablar con ella hoy. Este problema nos preocupa a ambos.

—Ni hablar, aún la quieres, pero la dejaste. Me veía cuidando de tus hijos mientras ustedes se iban de luna de miel, pero has hecho lo que pensé que jamás pasaría; rompiste con ella. —puso una mano en su hombro, observando por dos segundos como su amigo Lucas distraía a Carey, chico listo. Fue lo único que pensó antes de volver su atención a Peter.— te estoy muy agradecido de que hayas roto con ella, mi hija es... Eso. Mía, es mi bebé, casi la pierdo por tu culpa y no dejaré que vuelva a pasar.

Peter abrió la boca ligeramente, sorprendido. No era conocedor de esa faceta del carácter de Tony, era casi insultante cómo lo trataba como un intruso en su vida en vez de alguien que forma parte de ella. Creía que su hija era de su propiedad y que aún era una niña, eso hacía que la posibilidad de volver a acercarse a Carey fuera nula.

La Stark Where stories live. Discover now